viernes, 28 de agosto de 2009

Políticas de Estado (III)


Por César Ramón Cuello

Riqueza y pobreza. Antónimos que siempre están presentes en la vida de los pueblos. A los dos términos puede adjudicárseles más de una acepción, ya que ambos pueden referirse tanto a valores materiales como espirituales. De todos modos siempre tienen que ver con la abundancia y la carencia respectivamente. Materialmente hablando, una postura moralista suele emparentar a la riqueza con el pecado y la corrupción. A la pobreza con la virtud. Dicho esto porque la corrupción para clavar sus garras necesita de riqueza, y poder para disponer de ella. En un ámbito de pobreza no hay cosa alguna para rapiñar y en consecuencia no se podría caer en la trasgresión del latrocinio. En nuestro caso entendemos que no necesariamente debe vincularse invariablemente al mal con la riqueza.
Si relacionamos la situación de las comunidades con los conceptos “riqueza” y “pobreza” y si ser justos pretendiéramos, en un plano de igualdad la pobreza debe ser soportada por todos y todos gozar de la riqueza.
Aunque debe admitirse que la igualdad siempre está relacionada con más de un factor., en una actitud reduccionista, hace más de ciento cincuenta años, Honorato de Balzac escribió que la igualdad es un derecho pero no hay poder humano que alcance jamás a convertirla en un hecho. Esto, sino una verdad de Perogrullo, se trata de una observación del que probablemente haya sido el que mejor describió la realidad mundana de su época. Que tiene validez perenne porque la esencia de los humanos, antropológicamente considerada, prácticamente permanece constante desde hace unos cien mil años a esta parte.
Se anotó deliberadamente que la igualdad es un valor relativo por cuanto ser pobre o rico depende de varios factores ya que los hechos, se dijo, son el resultado de la concurrencia de más de un factor. Uno de éstos es el comportamiento de cada uno. Una actitud laboriosa, dispuesta al sacrificio, a la capacitación, a la constancia, puede llevar a una situación de riqueza material. Asumir lo contrario puede hacerlo hacia la pobreza. Luego, si bien el libre albedrío otorga la facultad de optar, lo bueno es que todos tengan, al menos, las mismas oportunidades. Es decir, que la igualdad de oportunidades sea el punto de partida y que los resultados sean el fruto de lo que cada uno construya. Sin dejar de tener en cuenta la solidaridad social que, como premisa, debe tener presencia en lo social, necesariamente formando parte de la estructura comunitaria. Salta a la vista entonces, que una Política de Estado debe contener como condición “sine qua non”, ofrecer igualdad de oportunidades para todos, incluyendo al espíritu generalizar que debe impregnar a la leyes.
El Estado, expresión de una sociedad debidamente organizada, por supuesto que debe propender a que se genere la mayor cantidad de riqueza posible y que ésta está al alcance de todos los que sean merecedores de ello. Ésta es la más óptima manera de distribuirla. Y poder, también, disponer de los recursos para subvenir las necesidades sociales básicas como la instrucción y salud públicas, la defensa nacional, la seguridad personas y patrimonial de los habitantes, la justicia.
Generar riqueza, e ir aumentándola para mejorar la calidad de vida, implica brindar cada día mayor capacidad al aparato productivo. Esta verdad de cajón sólo tiene una vertiente para consumarse: la inversión productiva. Si las cosas existieren por sus contrario, como algunos afirman, y aunque sea un concepto elemental de economía, es conveniente aclarar que la productiva se contrapone a la inversión estática. Ésta tiene efecto de corto alcance por cuanto no genera una actividad auto sustentable. Por ejemplo, la construcción de viviendas. Literalmente suele expresarse que construir una casa es “enterrar recursos”. En cambio, la implantación de una industria o poner bajo cultivo a tierras vírgenes, es del tipo productiva por cuanto con posterioridad continuarán generando riqueza. Luego, una actitud racional sería incrementar suficientemente la capacidad de producción para lograr la consecuente capacidad de ahorro como para permitir la inversión estática sin que se resienta el nivel de vida de los miembros de una comunidad. Lamentablemente es común que los gobernantes recurran a la inversión estática para crear puestos de trabajo y en forma inmediata “distribuir riqueza”. Cosa que se obtiene sin tener en cuenta los magros efectos que se logran con ello, dado el axioma económico descripto, sin previamente haber logrado la productividad y producción que permitan llevar a cabo sin sobresaltos la inversión estática. Caeríamos entonces en aquello de haber generado pan para hoy y hambre para mañana. Quizás podamos mencionar como un grosero ejemplo de inversión estática la construcción del Estado de Fútbol Único de la ciudad La Plata o el fastuoso autódromo construido en San Luis. Si los fondos volcados a tales construcciones se hubieran direccionado a la inversión productiva mediante un procedimiento multiplicados, hoy estarán produciendo más riqueza y no generando gastos para mantener esas infraestructuras. Gastos cuyo monto se detrae de la menguada riqueza que se produce actualmente, dando vida así a un círculo vicioso. En todo caso se trata de una mera transferencia de ingresos ya generados y que no ayudarán a generar más en el futuro.
Una adecuada Política de Estado es propender constantemente a promover la inversión productiva, que necesita de la inversión que, a su vez, es fruto del ahorro previo. Sea cual fuere el estado de situación económica de una comunidad, para mantener al menos el mismo nivel de vida, se necesita imprescindiblemente de la inversión productiva para cubrir la mayor demanda. Que se acrecienta constantemente merced al aumento vegetativo de la población. Ni qué decir si se pretende, como es lógico, ir superando día a día el nivel de calidad de vida.
La mejor manera conocida de producir riqueza que ha conocido la humanidad, desde el fondo de la historia hasta nuestro presente, es el capitalismo con economía de mercado. No nos detendremos a tratar de demostrar que el “mercado” lo puede todo en economía por ello no es así. No obstante, sí corresponde aclarar que si defendemos esa manera de funcionar económicamente estamos conscientes de ello y que la propia imperfección humana, con su carga de valores negativos, que desnaturalizan y pervierten, es lo que da lugar a las desviaciones respecto de la rectitud moral. Produciendo circunstancias que llevan al borde del desastre. Pero, tambièn, desde el principio de los tiempo de la humanidad sobre la Tierra hubo, y hay todavía, hombres y mujeres enrolados en los dictados de la ética y sus principios morales cuyo esfuerzo ha logrado que el género no se autodestruya y mejorar lo desmejorado y reorientar lo mal orientado. De otra manera no se concibe que haya llegado la humanidad al grado de civilización alcanzado.
Por otra parte, la mejor manera de organizarse las comunidades para producir con acrecentamiento constante del volumen de riqueza a disposición de las familias es adoptando la democracia como forma de organización social, única congruente con el modelo económico capitalista y cuyo cabal significado es “gobierno de los pueblos”.
La organización social en Argentina está lejos de ser una democracia. Propender a instalarla y mantenerla constituye otra Política de Estado.

La Plata, agosto de 2009

Próximas notas: a) Política de inversión productiva
b) Organización democrática

2 comentarios:

  1. Hola Cesar, te felicito por lo que has publicado, La presi.. leera esta nota, espero que si, para que entienda de una vez por todas no solo como hay que distribuir la riqueza sino tambien como generarla, Vos que crees....

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