martes, 4 de mayo de 2010

UN FUTURO ARGENTINO CON DESARROLLO

Por Carlos Fernando Frediani

Nuestra verdadera riqueza
Los argentinos creemos ser dueños de un País rico, basados en una serie de frases hechas elaboradas por pseudo-intelectuales y políticos, que de tan repetidas han terminado por convertirse en una firme creencia.

Los conocidos slogans: “somos un país rico”, “tenemos todos los climas”, “acá cae una semilla y sale una planta”, “el trabajador argentino es el mejor del mundo” y otros similares han edificado una conciencia nacional errónea, que es necesario desterrar.

Argentina es el 8º país del mundo en superficie, ocupa el 32º lugar en población y se ubica en la posición 46ª en el Índice de Desarrollo Humano elaborado por el PNUD (Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo).

Un indicador que mide nuestro desarrollo económico es el Producto Bruto Interno per cápita que para el año 2009, según datos del poco creíble INDEC, alcanzó a 7675 dólares por habitante a partir de un PBI nominal de 307.000 millones de dólares.

Según cálculos realizados con la metodología del economista César Cuello para el año 2009, utilizando datos del Presupuesto Nacional, el valor del PBI per cápita fue de 5200 dólares por habitante.

De acuerdo a un estudio realizado por el economista británico A. Madison sobre la evolución histórica de los Productos Brutos per cápita para los distintos países del mundo, Argentina hasta el año 1950 ocupaba el 17º lugar y bajó hasta la 91ª posición en 2004.

Según publicación de la revista “Economía para Todos” del día 5 de abril de 2010, nuestro país ocupa actualmente la posición 85º en el ranking mundial.

Debemos recordar que en el año 1900 el PBI per cápita argentino era de 4367 dólares por habitante y el de los Estados Unidos de 6899 dólares, es decir teníamos el 67% valor norteamericano mientras que en 2009 tenemos sólo el 12% lo que indica claramente la evolución de ambas economías en la centuria.

Por otra parte si efectuamos la comparación con los países Latinoamericanos, según datos de la CEPAL, el PBI argentino en la década del 50 era el 27% del total de América Latina, en la década del ochenta bajó al 15% y actualmente es el 13%.

Las cifras expuestas nos muestran claramente que nuestro País ,en los últimos sesenta años, sufrió un proceso de “empobrecimiento relativo” de notables características Sin embargo, nuestra sociedad en general se considera parte de un País Rico calificación válida sólo a principios del siglo pasado y transformada hoy en uno de nuestros tantos mitos.

La riqueza de los Países Desarrollados
Para pertenecer al selecto Club de Países Desarrollados que ofrecen un excelente nivel de vida, es necesario generar un Producto Bruto Interno per cápita superior a 24000 dólares por habitante por año. En este sentido considero importante señalar que el nuevo Presidente chileno ha destacado públicamente el objetivo de su gobierno de aumentar el PBI per cápita de los actuales 14000 dólares por habitante a los 24000 necesarios en el plazo de quince años.
Aparece aquí en su real dimensión, un problema argentino que es celosamente ocultado por nuestra “inteligenzia”, por los dirigentes políticos del gobierno y la oposición, y por el empresariado: somos un país pobre.
Las discusiones actuales entre Gobierno, Sindicatos y Empresarios se reducen a una feroz lucha distributiva por una riqueza que no existe.
Es muy claro comprender que con un PBI por habitante de 7675 dólares (aceptando las cifras infladas por el INDEC) es imposible atender las necesidades nacionales de salud, educación, justicia, energía, transporte, y comunicaciones en un buen nivel de prestaciones. Para ratificar esta aseveración basta con revisar los PBI por habitante de algunos países: Austria: 44800, Nueva Zelandia: 30000, Singapur: 38900, Noruega: 95000, y EE.UU.: 66000 dólares por habitante por año. ¡Así es más fácil administrar un País!.



Objetivos para nuestro Desarrollo
Si Argentina planteara como objetivo alcanzar el umbral de 24000 dólares por habitante y por año en los próximos quince años (como ha hecho Chile), en el año 2025, con una población de 45,9 millones de habitantes, el producto Bruto Interno nominal debería ser de 1.250.000 millones de dólares, cuatro veces superior al actual. Esto significaría, durante los próximos quince años incrementar el PBI nominal a una tasa anual del 9,8% en forma ininterrumpida.
Esta situación aparece como imposible en el actual contexto económico de Argentina, y ya es hora de aprender a rechazar las propuestas milagrosas meramente voluntaristas.
Un Objetivo ambicioso pero realista, sería alcanzar los 21.000 dólares por habitante por año en un lapso de 25 años. Esto exigiría crecer a una tasa anual sostenida del 5%. Difícil, pero posible

Aclarar estos conceptos ayudará a destruir el mito de ser “un País muy rico” en el que sólo es necesario modificar la distribución de la riqueza. Debemos trabajar muy duro durante el próximo cuarto de siglo, si aspiramos a vivir en un País medianamente desarrollado.

Pero los comentados índices de crecimiento son condición necesaria, pero no suficiente para el desarrollo buscado. Los valores promedio de las variables económicas que se obtengan, no deberán esconder inaceptables bolsones de indigencia y pobreza, ni servicios de salud, educación, justicia, transporte y energía, eficientes sólo para un 30% de la población.

Para alcanzar las metas deseadas será imprescindible dar un salto cualitativo de los sistemas educativo y de salud, mejorar la eficiencia de los servicios de Transporte, Energía y Comunicaciones, y crear un clima de tranquilidad política, paz social, y seguridad jurídica que posibilite la llegada de los capitales externos necesarios para encarar el desafío



El Proceso de Desarrollo
Hemos intentado describir a grandes rasgos algunos problemas que dificultan la puesta en marcha de un Proceso de Desarrollo que muchos enuncian, que todos deseamos, y que siempre vemos postergado.

El cambio virtuoso de nuestro País exige realizar un diagnóstico realista de la situación, tener claridad conceptual para fijar los objetivos, vocación y valentía civil para implementar las medidas transformadoras y concientizar a todos los actores del cambio que éste sólo es posible con Tiempo y Esfuerzo.