Martes, 20 de octubre de 2009
Publicada 19/10/2009
Publicada 19/10/2009
Al inicio de la semana / Roberto Cachanosky
El crédito es hijo del ahorro y el ahorro es ingreso no consumido que la gente vuelca al mercado para financiar el consumo y la inversión, no puede ser reemplazado por billetes impresos por el BCRA ni normas que intenten crear confianza donde no la hay.
Todo parece indicar que ahora el Gobierno intentaría ir por la ley de entidades financieras, dicho más directamente, meterse con los depósitos de la gente en los bancos. Esta intromisión podría ir desde una estatización lisa y llana de los depósitos, como ocurrió en los 70 durante la presidencia de Juan Domingo Perón, o bien establecer mecanismos de encajes diferenciales para forzar a los bancos a direccionar el crédito de acuerdo al paladar del Ejecutivo, es decir, forzarlos a prestarles a quienes ellos indiquen. Alguien me preguntaba, unos días atrás, si el Banco Central no tendría que direccionar el crédito hacia las PYMES cobrando tasas de interés bajas, como si el stock de crédito disponible y las tasas de interés a cobrar fueran función de un simple decreto que permitiera cumplir los deseos del burócrata de turno. Lo primero que deberían entender quienes quieren créditos baratos y abundantes es que la existencia de crédito depende una condición anterior: la existencia de ahorro. ¿Qué es el ahorro? La parte del ingreso que la gente no consume y lo guarda para consumir más adelante. En rigor, con el ingreso no consumido, la gente puede hacer tres cosas: a) ponerlo debajo del colchón porque no confía en la seguridad jurídica del país y tiene miedo que el Estado se lo quite como ya ha ocurrido varias veces en Argentina (esto se llama atesoramiento), b) puede depositarlo en los bancos o c) puede fugarlos y depositarlos en otros países que le inspiren mayor confianza jurídica que la que impera en el nuestro. Es decir, nuevamente ponerlo lejos de la mano del Estado. La tradición confiscatoria de nuestro país más las medidas arbitrarias que toma este Gobierno ha determinado que esa condición de volcar el ahorro interno al mercado financiero sea muy baja. Al 9 de octubre pasado, del total de depósitos en pesos que el sector privado tiene en el sistema financiero, el 53% estaba en cajas de ahorro y cuentas corrientes. Es decir, es dinero transaccional. Dinero que las empresas y las personas lo utilizan para pagar los sueldos, la luz, el gas, el teléfono y demás cuentas. Desde el punto de vista de los bancos esto significa que, como los depósitos son dinero que les deben a sus clientes, el 53% de ese pasivo potencialmente vence todos los días. El sistema financiero es, hoy en día, básicamente transaccional. En lo que hace a los depósitos a plazo fijo que tienen los bancos, el 59% está colocado a un plazo que no supera los 59 días. Hasta aquí llega la confianza de la gente en el Gobierno. El primer problema que se presenta es el siguiente, para el Gobierno, los bancos deberían prestar a tasas bajas a las PYMES, pero esos préstamos deberían ser a un plazo de, digamos, 5 años. Esos préstamos deberían ser financiados con depósitos de la gente que en un 53% vencen todos los días y el resto a plazos muy cortos. Supongamos que, por alguna de las insólitas medidas que adopta Kirchner, la gente corre a retirar su dinero de los bancos. ¿Qué harían estos? No dispondrían del efectivo para entregar en ventanilla por se lo prestaron a una empresa a 5 años. ¿Deberían decirle al depositante que tiene que esperar 5 años para cobrar? En los países normales existe el mercado de capitales que consisten en ahorro que compra las carteras de los bancos y les devuelven liquidez para hacer frente a los pagos en ventanillas. Es decir, el banco le presta a la empresa y luego vende ese crédito en el mercado para recuperar liquidez. ¿Cuál es el problema que hoy tiene Argentina? Que no tiene un mercado de capitales que pueda comprar esas carteras de crédito. El escaso mercado secundario que había era el de las AFJP que, con el flujo mensual de sus aportantes, compraba las carteras de créditos de, por ejemplo, las ventas de electrodomésticos que tan de moda estuvieron hasta un tiempo atrás. Pero como el Gobierno, en nombre de la solidaridad social y la defensa de los jubilados, confiscó los ahorros y los flujos ese mercado secundario ya no existe mercado de capitales que pueda comprar carteras de créditos. Ahora el Gobierno usa el dinero mensual que antes compraba esas carteras de crédito para financiar el gasto público. Otras de las genialidades de Kirchner fue generar tanta desconfianza que desde el tercer trimestre del 2007 se han fugado U$S 43.000 millones. El total de depósitos del sector privado es equivalente a unos U$S 48.000 millones. Si el matrimonio, en vez de subordinar la economía a su proyecto de hegemonía política, hubiesen generado confianza, esos capitales no se hubiesen fugado y hoy el sistema financiero tendría más del doble de los depósitos que tiene actualmente. El nuevo modelo económico que, según Cristina, inventó su marido, de acuerdo a lo que dijo en la India, y que, según ella, dio tan buenos resultados, solo ha conseguido que los argentinos se espantaran de lo que hace el matrimonio y fugaran sus capitales lejos de las arbitrariedades de cada día. Si hoy las empresas no tienen acceso al crédito barato es por culpa del modelo de los Kirchner. Ante el desastre que hicieron, ahora pretenderían regular el crédito, ya sea estatizando los depósitos o bien regulando los encajes para forzar el otorgamiento de créditos. ¿Qué ocurriría si el Gobierno forzara una situación así? Los créditos otorgados en base a los depósitos de la gente serían a pérdida o incobrables y, en el futuro, los depositantes tendrían problemas para recuperar sus depósitos. Claro, se podrá argumentar que el BCRA podría emitir moneda para otorgar redescuentos y, de esta manera, los bancos podrían hacer sus pagos en ventanilla, pero, aclaremos, que esa emisión implicaría generar inflación, con lo cual se aceleraría el proceso de suba de precios y caída del salario real. Y dejemos el pronóstico sobre el tipo de cambio para otro momento si el Gobierno optara por meterse con los depósitos de la gente. Pero antes de seguir, quiero recalcar que, en caso de lanzarse este tipo de reforma financiera, el Gobierno se metería con el sistema, pero básicamente se metería con el dinero de la gente ya que los bancos estarían obligados a usar el dinero de sus depositantes de acuerdo a los mandatos de Kirchner. No serían los bancos los que sufrirían las mayores consecuencias, sino los depositantes. De solo pensar que Kirchner puede llegar a decidir qué hacer con el dinero de los depositantes es suficiente como para que a uno le corra frío por la espalda. Veamos ahora el tema de la tasa de interés. Supongamos que el Gobierno, mediante una nueva ley de entidades financieras, obligara a los bancos a prestar a 5 años. ¿Cuál sería la tasa de interés que un banco debería cobrarle a la empresa para cubrir el riesgo Kirchner y la tasa de inflación futura? La tasa tiende a infinito. Pero si le prestan a una tasa muy baja obligados por el Gobierno, el riesgo lo asumiría el depositante que, cobrando una tasa muy baja por su depósito, debería afrontar durante 5 años tarifazos, inflación y demás dislates económicos porque no hay mercado secundario para vender los créditos, es decir, no habría a quien trasladarle el riesgo Kirchner. Todo dependería de que la gente siga manteniendo sus depósitos en los bancos en el medio del caos económico que ha establecido el ex presidente. Pero queda otro punto por analizar. Sabemos que el matrimonio permanentemente formula anuncios de medidas que nunca se concretan o son inviables. Ahora bien, supongamos que se establece una nueva ley de entidades financieras bajo el argumento de que los depósitos de la gente se destinarán a otorgar créditos digitados por el Gobierno. ¿Irán esos créditos a las PYMES? Y la pregunta es válida porque desde mayo último el Estado es el principal tomador de crédito. Mientras el stock de crédito al sector privado no crece o crece al 1% mensual, en el mejor de los casos, el crédito al sector público aumenta al 14 o 15 por ciento. Por lo tanto, no vaya a ser cosa que, al igual que cuando se confiscaron los ahorros de la gente bajo el argumento de defender a los futuros jubilados, el argumento sea dar créditos a las PYMES pero el Estado se quede con los depósitos de la gente en forma de créditos. Eso ocurrió en la época de Alfonsín con los famosos depósitos indisponibles y la cosa terminó muy mal. En definitiva, el crédito es hijo del ahorro y el ahorro es ingreso no consumido que la gente vuelca al mercado para financiar el consumo y la inversión. El ahorro no puede ser reemplazado por billetes impresos por el BCRA por la simple razón que el ahorro no se imprime. Se genera. En un país sin seguridad jurídica, el ingreso no consumido va a parar debajo del colchón, a las cajas de seguridad o al exterior. Por lo tanto, fue el famoso modelo exitoso que esgrime Cristina Fernández en el exterior el que dejó sin crédito al sector privado, porque la inseguridad jurídica sobre los derechos de propiedad y demás arbitrariedades ha generado una fuga de ahorros monumental. Si ese error pretenden compensarlo metiéndose con los depósitos de la gente, podemos llegar a ver una crisis de magnitudes mayores a la actual. Salvo, claro está, que el Gobierno vuelva con la cabeza gacha al FMI y consiga que el organismo, tan despreciado por el matrimonio, le otorgue un flor de préstamos sin demasiadas exigencias. Esa podría ser la tabla de salvación del kirchnerismo para continuar tirando hasta el 2011. Por eso tanto apuro por arreglar. Hoy el kirchnerismo tiene desesperación de fondos para poder sobrevivir hasta el fin del mandato de Cristina. Este es el dato a central a tener en cuenta para imaginar qué puede inventar Kirchner para que el desbarranque económico no sea aún mayor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario