Sostener que el domingo pasado Hermes Binner le ganó en las elecciones a Carlos Reutemann es tener, por lo menos, una mirada astigmática de la política de Santa Fe. Igual de difuso sería sentenciar la inocencia total de Reutemann en los votos del PJ.
Por Luis Novaresio 03.10.2009
Fuente: PERFIL
Sostener que el domingo pasado Hermes Binner le ganó en las elecciones a Carlos Reutemann es tener, por lo menos, una mirada astigmática de la política de Santa Fe. Igual de difuso sería sentenciar la inocencia total de Reutemann en los votos del PJ. Aquí, en 2009, fueron tres elecciones. Nacionales, el 28 de junio; internas, el 2 de agosto; concejales y pocos intendentes, el pasado 27.
Ni Binner ni Reutemann estuvieron en las listas el domingo último. El socialista apenas hizo campaña. El senador ni apareció. Las elecciones locales desacopladas de los cargos nacionales permiten que el ciudadano piense cuando vota en las cuestiones cercanas: transporte, recolección de residuos o alumbrado público. Binner y Reutemann juegan en la Primera A del poder que debate la Ley de Radiodifusión o, incluso, una eventual fórmula presidencial para 2011. A eso hay que sumarle las particularidades de cada lista que, por sólo citar las ciudades de Rosario y Santa Fe, enturbian los reduccionismos de ver una pugna directa entre estos dos dirigentes. Veamos algún ejemplo.
En Rosario, el PJ hizo una elección pobre. Quedó en segundo lugar sin sostener su piso tradicional del 30 por ciento. Ofreció al electorado una lista integrada por el ex intendente, ex PS, ex pro menemista Héctor Cavallero (que al asumir en 1989 nombró al ignoto Hermes Binner como su secretario de Salud. Hoy, Cavallero dice que Binner es el único político que no lo saluda), ahora vinculado al kirchnerismo con su propia esposa en la bancada de Diputados de Agustín Rossi, seguido de un dirigente autodenominado reutemannista, una periodista muy cercana al presidente de bancada de Diputados del FPV y un obeidista de buena actuación como concejal. Una particular mélange con más reparos que atractivos para propios e independientes. Una bolsa de gatos, según la candidata socialista.
El PS ganó en la segunda ciudad del país. Esto es irrefutable. Pero obtuvo el 28,6 de los votos; apenas 4% por arriba del PJ. Más: si se lo compara con el 57% que hace dos años recibió el sólido intendente socialista Miguel Lifschitz, el festejo del domingo debería haber sido modesto. Ellos casi recurrieron a los fuegos artificiales. Algo necesitaban festejar en esta elección postergada por la gripe A y contemporánea con la decisión binnerista de apoyar la Ley de Radiodifusión, en concordancia con su historia, pero a contramano del sobreactuado rechazo público del PS hasta cinco minutos de levantar la mano por el sí. No hay grandes triunfos en los números.
Sí, quizá, para el radicalismo puro no frentista que obtendrá dos concejales sobre once y para las inesperadas performances del Proyecto Sur de Pino con un edil y de PRO con otra legisladora, sostenido a fuerza de mucha publicidad y el apoyo de Gabriela Michetti. Ellos sonrieron con razón. El radicalismo todo se vio reivindicado también en la capital, en donde el frentista Barletta, puro UCR, ganó con más del 40% de los votos y anima a los “boina blanca” a pisar fuerte en 2011 provincial.
¿Y Binner y Reutemann? El gobernador hizo acto de presencia en los últimos días de campaña con mesura (¿frialdad en la Rosario de Lifschitz?) y Reutemann no se dejó ver. Con ningún candidato. En el PJ lo miran con enojo. El dice que cada uno debe juntar sus votos en sus pueblos. Los socialistas sostienen que si Reutemann le ganó a Binner cuando el Lole se impuso a Giustiniani como senador, ahora la ecuación debe ser sostenida pero a la inversa. Eso luce como forzar demasiado el análisis. Binner y Reutemann son los dueños de los votos en Santa Fe. Pero de los votos para ellos. Cuando el dilema es un concejal, la pelea se da en otro ring.
El domingo ni ganaron ni perdieron. No hubo competencia. Saber quién de los dos tiene más votos es imposible en una elección de cargos comunales. Quizá se podría si los dos aspirasen al mismo sillón. El de Rivadavía. Hasta ahora ambos, por fin coinciden, dicen que no
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