miércoles, 30 de septiembre de 2009

Cooperación o Sumisión

Por César Ramón Cuello

En la nota con la cual CONAPAS inició su tarea este año se dijo que nuestro propósito era contribuir a formular Políticas de Estado. Ello, en el plano de la humildad y despojado de la soberbia de pretender poseer la verdad con categoría absoluta. Y considerando que nuestro aporte puede hasta no llegar a ser, en todo caso, siquiera un simple y diminuto granito en la inmensidad de la arena del mar.

El concepto intelectual contenido en la expresión “Políticas de Estado” tiene íntima vinculación con la acción o conjunto de acciones que del propio vocablo derivan para modificar positivamente la realidad social.

Una “Política de Estado” se trata de un plan estratégico y por lo tanto supera a lo coyuntural. Hay que aceptar entonces, que los movimientos tácticos que se consuman para alcanzar los objetivos fijados pueden variar, sino en su naturaleza, en el tiempo, en el espacio, en intensidad, cantidad, calidad. Pero siempre en busca de consumar el propósito perseguido. Lo fundamental e importante es que todos aquellos movimientos sean congruentes entre sí y con la meta fijada en la Política de Estado. Alternativamente se trata hechos de hacer y de hechos de no hacer.

No imponer medidas confiscatorias del patrimonio y no cercenar la libertad de expresión, son garantías que forman parte del conjunto de Políticas de Estado contenidas en la Constitución Nacional. Se trata en ambos casos de hechos de no hacer.

Por el contrario, la privación de algunos bienes de los ciudadanos y la apropiación de éstos por parte del Estado para utilizarlos en sus designios es un hecho de hacer, que se concreta con la exacción impositiva. Este hecho es aceptado voluntariamente por los que habitan el territorio nacional en la misma medida que aceptan ser ciudadanos. Los impuestos, normalmente, tienen como destino la cobertura de los servicios que el Estado toma a su cargo. Deben ajustarse a la capacidad tributaria de la población y su asignación y aplicación debe llevarse a cabo ajustándose a derecho y con probidad. De lo contrario la exacción es un despojo.

El despojo, que significa la confiscación lisa y llana, puede darse también en el plano de lo inmaterial donde la riqueza existe tanto como en lo material. El acervo cultural de la sociedad tiene un valor materialmente imponderable siendo inconmensurable su importancia.

Es milenaria la forja de valores que le han dado forma a la manera de vivir y relacionarse entre sí los humanos. La libertad de conciencia religiosa y filosófica, la libertad de expresar el fruto del pensamiento, la libertad de trabajo, la libertad política, fueron piedras angulares y pasaron a constituir parte del patrimonio cultural de las sociedades, cuya fortaleza depende en gran medida de ellos. Con su utilización se construye la coraza que la protege de los ataques de elementos que distorsionan la armonía de la convivencia en paz. Propender a mantenerlos es condición indispensable de buenos gobernantes. Cuando esto sucede está presente la probidad en el hacer y en el no hacer.

Ser libre conduce a observar una conducta enmarcada éticamente por las reglas morales tanto en los gobernantes como en los gobernados. Conduce a ser moral políticamente, religiosamente y en todos los demás aspectos que le prestan contenido a la vida en sociedad.

Despojar a los ciudadanos del derecho a la propiedad privada y de la libertad de expresión es una de las formas más crueles del sometimiento. Porque en el primer caso significa tomar, los extraños, parte de la vida de los demás que tuvieron que emplear para lograr con su inteligencia y esfuerzo una porción de riqueza. Y de ahí en más, someterlos en el peor de los casos, a los rigores de la pobreza que puede traducirse en dependencia miserable del despotismo de los poderosos.

Haciendo lo mismo con la libertad de expresión el resultado del sometimiento se potencia. Porque el hombre se convierte en un preso de su propia libertad que lo denigra en la impotencia de poder hacer uso del derecho natural del libre albedrío. La calidad humana se degrada y la libertad pasa a ser un despojo de la dignidad.

Son atinadas entonces las palabras de la presidenta de la República, dichas recientemente con motivo de una reunión de mandatarios en la Isla Margarita. Expresó que las relaciones entre los pueblos deben basarse en la cooperación y no en la sumisión. Cuando una persona se manifiesta de esta manera pone en evidencia que en el seno de la sociedad que la cobija se mantiene inalterable, sin deterioros, el tramado de valores que la sostiene. Siempre y cuando, claro está, se mantenga la congruencia y que no hay un trecho entre el dicho y el hecho.

Debiera analizarse entonces si no existe tendencia a someter cuando alguien o algunos se arrogan para sí (mediante el manipuleo del Consejo de la Magistratura), la facultad de nombrar y destituir discrecionalmente a los jueces que deben ser el reservorio de la confianza ciudadana; o cuando se obtienen facultades extraordinarias pertenecientes a otros poderes del Estado (léase Congreso de la Nación) para manejar también discrecionalmente el esfuerzo ajeno y sin rendir cuentas de ello; o cuando se ejerce despotismo (a través de la casi monopólica recaudación impositiva) con gobernadores e intendentes quiénes, con la sumisión de por medio recién pueden obtener recursos para atender necesidades sociales; o cuando se confiscan los dineros de los trabajadores que habían ahorrado para su retiro jubilatorio en las AFJP; o cuando se pretende obtener facultad para decidir arbitrariamente (con la proyectada ley de medio audiovisuales) sobre derechos adquiridos y asignación de licencias en el terreno de la propalación gráfica, radiofónica y televisiva de las ideas.

Porque la injusticia, el manejo “a piacere” de la riqueza nacional, el sometimiento de las voluntades y la falta de libertad de expresión, la confiscación, son las mejores armas con que se maneja el despotismo.

Para evitar sometimientos debemos mantener a toda costa las Políticas de Estados estampadas en la Constitución Nacional. Todos debemos ser cooperadores para ello, gobernantes y gobernados, y no someter los valores contenidos naturalmente en la Carta Magna para satisfacer apetitos espurios.

Debemos establecer la diferencia entre cooperar y someter y proceder en consecuencia, sin actuar como a Dios rogando y con el mazo dando.

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