domingo, 20 de septiembre de 2009

Buena conciencia de izquierda para callar la libre expresión

Fuente: Diario Clarín

Por: Marcelo A. Moreno

Los argentinitos miran con ciertos interés y cierto hastío -variables, veletas, medio distraídos, vivillos pero llenos de candor, como siempre- cómo el Gobierno, vía trámite parlamentario, intenta arrebatarles la libertad de prensa.No otra cosa puede colegirse de un proyecto de ley de control de los medios audiovisuales que le proporcionará al Estado -que, en argentino básico, quiere decir Gobierno- la licencia para matar a todo licenciatario de radio o TV de cualquier parte del país que ose criticar su gestión. Y que premiará con esas licencias a los dispuestos a prender el aplausómetro con altoparlantes ante cada medida oficial. Y que, además, repartirá entre los gremios, ONGs y organizaciones civiles carnalmente afines parte de esos permisos.La sola idea de que el Gobierno sea el que done graciosamente un "permiso" para difundir ideas e informaciones habla del genuino espíritu de la ley. De estar en manos diversas y particulares, esos espacios quedarán en manos de un solo poder, que designará a sus emisores de acuerdo a sus simpatías e intereses.Es decir, un paso terminal para terminar con la libertad de expresión en la Argentina.A muchos les ha sorprendido que miembros del partido Socialista y de la izquierda, en general, hayan apoyado esta iniciativa tan escasamente democrática.Y no pocos han deslizado que esa adhesión parte de oscuras relaciones con premios no precisamente relacionados con el campo del espíritu.Pero si se rastrea la historia de la izquierda en la Argentina no se notará, salvo estrictas excepciones, ningún énfasis especial en las libertades individuales ni tampoco en la de prensa.La izquierda argentina no ha vivido preocupada por la brutal supresión de la libertad de expresión en Cuba durante más de medio siglo. Y no se ha caracterizado, a lo largo de su larga historia, por condenar el totalitarismo del régimen stalinista o del maoísta. Tampoco, de sus crímenes más aberrantes.Siempre ha aplicado un doble rasero moral: denunció el genocidio nazi pero nada dijo del de Stalin en la URSS o el de Pol Pot en Camboya. Eleva bien alto la voz para condenar las barbaries norteamericanas en Afganistán o en Irak, pero calla sobre el atentado a las Torres Gemelas y así sucesivamente.El doble rasero moral termina edificando un tinglado en el que hay aberraciones medianamente aceptables o disimulables y otras sí, desnudamente horrorosas.Su disciplinada buena conciencia le dicta que todo lo que esté en manos del Estado es bueno por sí y todo lo que manejen los particulares forma parte del estigma de origen del capitalismo.Por otro lado, desde el fondo de su historia el pensamiento de izquierda suele ubicar a la libertad de prensa dentro de las atribuciones más o menos despreciables del aborrecido Estado Burgués.Y en este caso ha seguido esos primigenios principios, sin notar que el impulsor de la iniciativa es un Gobierno que, por ejemplo, declama la distribución del ingreso cuando la distribución del ingreso sigue siendo una de las más despiadamente injustas de la historia argentina.Así, recién se darán cuenta de que en vez de democratización votaron estatización pro gubernamental cuando en medio de los escombros de un país aún más empobrecido estén obligados a oír desde la radio y la televisión los mensajes rabiosamente optimistas de una Argentina Potencia que sólo palpita en la imaginación de quienes nos gobiernan. Como el diario cubano "Granma", que viene proclamando el inminente fin del capitalismo desde la noche de los tiempos. Un mundo, al fin, ideal desde las pantallas de la utopía.

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