Por: Roberto Cachanosky
Para solucionar el grave problema fiscal que enfrenta la Argentina no alcanza con reformular el sistema impositivo y el elevado e ineficiente gasto público.
El Gobierno ya no puede ocultar lo que todo el mundo sabe: la caja se acabó y se avecinan serios problemas fiscales. Frente a este problema el razonamiento es: no podemos bajar impuestos porque si se profundizaría la crisis fiscal y no podemos bajar el gasto porque acentuaríamos la recesión. Vemos si este razonamiento tiene sentido empezando por el tema de los impuestos. La primera pregunta que debería formularse el gobierno es si no será, justamente, la asfixiante presión impositiva la que hace inviable el funcionamiento de la economía, que, entre otras causas, profundiza la recesión y genera crecientes problemas fiscales ante la resistencia a bajar el gasto público. Puesto en otras palabras, la carga tributaria es tan alta que: a) muchos se pasan al mercado informal y b) muchos que no pueden trabajar en el mercado informal y tampoco pueden afrontar la carga tributaria, quedan fuera del mercado. Antes de continuar con este punto, quiero hacer una reflexión sobre el tema de la evasión. Cuando propongo bajar la presión impositiva siempre me dan como argumento que “ahora” (“ahora” está entre comillas porque lo vengo escuchando hace más de 30 años) no se puede. Primero hay que combatir la evasión para que, con todos adentro, se pueda bajar la carga impositiva. Mi argumento es justamente el inverso. Si uno baja ahora la carga impositiva el premio por evadir disminuye y el estímulo por estar en el mercado informal se reduce. Puesto en otras palabras, en vez de combatir una evasión impositiva de un sistema impagable, es mejor tener muchos que paguen poco y ese poco sea tan poco que no tenga sentido asumir el riesgo de evadir. Pero volvamos al problema fiscal presente y veamos el tema desde el ángulo del gasto. Se argumenta que no se puede bajar la carga tributaria porque la situación fiscal se agravaría. Entre 2002 y 2008 el gobierno recaudó $ 218.860 millones de pesos más. Pasó de $ 50.515 millones en 2002 a 269.375 millones en 2008. Pregunta: ¿podemos decir que hoy hay mejor salud, educación, seguridad, defensa y justicia en Argentina? ¿Hay menos pobres e indigentes? La realidad es que no se ve muy claramente dónde fueron a parar esos $ 218.860 millones adicionales que le ingresaron al Estado, con lo cual la idea de que un peso gastado por el Estado está mejor gastado que si lo gasta el sector privado no es cierta. Aquí se han dilapidado miles de millones de pesos en un gasto público improductivo. Es como si parte de los bienes que produjo el sector privado en todos estos años el Estado los hubiese tomado por la fuerza para destruirlos. Dicho más claramente, el gobierno destruyó riqueza, haciendo más pobre a la sociedad y, encima, la desestímulo para seguir produciendo. Veamos ahora el tema de la reducción del gasto y su supuesto efecto recesivo. ¿Cómo financia el gobierno el gasto público? Tiene los siguientes mecanismos: a) impuestos, b) deuda interna, c) deuda externa, d) emisión monetaria y e) consumo de capital y ahorro. En materia de impuestos ya ha llegado al límite de exprimir como a un limón al sector privado. Cobrar impuesto a las ganancias sin ajuste por inflación o aplicar el impuesto al cheque cuando uno paga impuestos son algunos de los dislates que podemos citar en materia impositiva vigente. Pero el punto el punto central es que cada peso que el Estado le quita al sector privado para financiar el gasto es un peso menos que el sector privado tiene para consumir o invertir. No hay tal efecto mágico por el cual un aumento del gasto público financiado con más impuestos se traduzca en mayor actividad. El mayor poder de demanda del sector público tiene como contrapartida un menor poder de demanda del sector privado, con la aclaración que la asignación de recursos es ineficiente. Ejemplo, por el decreto 2067/08 el gobierno aplica un impuesto para financiar la compra de gas en el exterior. Es que luego de destruir la actividad gasífera en Argentina, se dieron cuenta que se quedaban sin gas y ahora tienen que traer en barco gas licuado del exterior que es mucho más caro. Y, como si esto fuera poco, en la factura de gas figura el impuesto y luego cobran el IVA sobre el impuesto. Para que se entienda mejo: hoy tenemos más gasto público porque al gobierno se le ocurrió hacer bananas en la Antártida. Técnicamente es posible, pero económicamente es un disparate. Por eso no es cierto que un peso gastado por el Estado esté mejor asignado que si lo gasta el sector privado. Si hubiese sido así hoy no estaríamos pagando tantos impuestos para traer gas del exterior a un costo mayor al que se podría haber producido internamente. ¿Qué ocurre si el Estado recurre al endeudamiento interno para financiar el gasto? Desplaza al sector privado del mercado crediticio (como ocurre actualmente) y éste se queda sin financiamiento para invertir o consumir. Nuevamente, el mayor consumo del Estado es en detrimento de un menor consumo e inversión del sector privado. De nuevo suma cero con ineficiencia en la asignación de recursos. ¿Y si se financia con deuda externa? En este caso puede aumentar artificialmente el consumo interno en el corto plazo porque el mayor gasto público presente se financia con el ahorro de extranjeros sin tocar el nivel de ingresos presente del sector privado. Claro que en el largo plazo esa deuda hay que pagarla y, en ese momento, se afecta el nivel de demanda del sector privado. De todas maneras, en la actualidad, el gobierno de Kirchner ha hecho los suficientes méritos como para no poder pensar en financiarse con recursos del exterior. El financiamiento del gasto público con emisión monetaria implica hacer caer el salario real vía el impuesto inflacionario. Hoy, pensar en financiar el gasto con emisión monetaria sería más suicida que lo que vienen haciendo desde el punto de vista económico. Con la escasa confianza que genera el gobierno y la alta tasa de inflación existente, utilizar este mecanismo se traduciría en un estallido inflacionario. Queda, finalmente, el consumo de capital y ahorro para financiar el gasto. Esto ya lo viene haciendo el gobierno con la confiscación de los ahorros en las AFJP y el deterioro del sistema energético vía las tarifas artificialmente bajas que utilizó durante todos estos años. Lo mismo podemos decir con el stock ganadero, la industria láctea, el trigo, etc. En el corto plazo disfrutamos de tarifas de luz y gas artificialmente bajas, pero el costo de largo plazo es un gasto mayor por no poder seguir financiándose estos despilfarros de recursos. De manera que, frente a la crítica situación fiscal, hoy el gobierno no dispone de las herramientas de financiar el gasto sin afectar en el corto plazo el nivel de actividad interna (endeudamiento externo y consumo de capital). Cualquier cosa que haga para financiar este nivel de gasto conspira contra la demanda del sector privado y la eficiencia de la economía. Por supuesto que le quedaría el camino de bajar el gasto, algo impensable en este gobierno. Pero con eso solo no bastaría porque el país llegó a un punto en el cual el matrimonio es tan poco creíble o, si se prefiere, genera tanta desconfianza, que tanto el consumo como la inversión se mantendrán en niveles mínimos mientras ellos permanezcan en el poder. Esto quiere decir que la economía seguirá generando poca riqueza y el Estado tendrá cada vez menos recursos para financiarse. Baja el gobierno de los Kirchner la actividad privada no está en condiciones de financiar este nivel de gasto público porque no produce lo suficiente para bancar al Estado. En síntesis, el problema fiscal ya no pasa únicamente por reformular el sistema impositivo y el gasto. El mayor problema es que el matrimonio es el principal obstáculo para que el sector privado esté dispuesto a producir un nivel de riqueza que permita financiar el actual nivel de gasto. Son los propios Kirchner, con su sola presencia en el gobierno los que hacen infinanciable este gasto público alto e ineficiente que insisten en mantener.
El Gobierno ya no puede ocultar lo que todo el mundo sabe: la caja se acabó y se avecinan serios problemas fiscales. Frente a este problema el razonamiento es: no podemos bajar impuestos porque si se profundizaría la crisis fiscal y no podemos bajar el gasto porque acentuaríamos la recesión. Vemos si este razonamiento tiene sentido empezando por el tema de los impuestos. La primera pregunta que debería formularse el gobierno es si no será, justamente, la asfixiante presión impositiva la que hace inviable el funcionamiento de la economía, que, entre otras causas, profundiza la recesión y genera crecientes problemas fiscales ante la resistencia a bajar el gasto público. Puesto en otras palabras, la carga tributaria es tan alta que: a) muchos se pasan al mercado informal y b) muchos que no pueden trabajar en el mercado informal y tampoco pueden afrontar la carga tributaria, quedan fuera del mercado. Antes de continuar con este punto, quiero hacer una reflexión sobre el tema de la evasión. Cuando propongo bajar la presión impositiva siempre me dan como argumento que “ahora” (“ahora” está entre comillas porque lo vengo escuchando hace más de 30 años) no se puede. Primero hay que combatir la evasión para que, con todos adentro, se pueda bajar la carga impositiva. Mi argumento es justamente el inverso. Si uno baja ahora la carga impositiva el premio por evadir disminuye y el estímulo por estar en el mercado informal se reduce. Puesto en otras palabras, en vez de combatir una evasión impositiva de un sistema impagable, es mejor tener muchos que paguen poco y ese poco sea tan poco que no tenga sentido asumir el riesgo de evadir. Pero volvamos al problema fiscal presente y veamos el tema desde el ángulo del gasto. Se argumenta que no se puede bajar la carga tributaria porque la situación fiscal se agravaría. Entre 2002 y 2008 el gobierno recaudó $ 218.860 millones de pesos más. Pasó de $ 50.515 millones en 2002 a 269.375 millones en 2008. Pregunta: ¿podemos decir que hoy hay mejor salud, educación, seguridad, defensa y justicia en Argentina? ¿Hay menos pobres e indigentes? La realidad es que no se ve muy claramente dónde fueron a parar esos $ 218.860 millones adicionales que le ingresaron al Estado, con lo cual la idea de que un peso gastado por el Estado está mejor gastado que si lo gasta el sector privado no es cierta. Aquí se han dilapidado miles de millones de pesos en un gasto público improductivo. Es como si parte de los bienes que produjo el sector privado en todos estos años el Estado los hubiese tomado por la fuerza para destruirlos. Dicho más claramente, el gobierno destruyó riqueza, haciendo más pobre a la sociedad y, encima, la desestímulo para seguir produciendo. Veamos ahora el tema de la reducción del gasto y su supuesto efecto recesivo. ¿Cómo financia el gobierno el gasto público? Tiene los siguientes mecanismos: a) impuestos, b) deuda interna, c) deuda externa, d) emisión monetaria y e) consumo de capital y ahorro. En materia de impuestos ya ha llegado al límite de exprimir como a un limón al sector privado. Cobrar impuesto a las ganancias sin ajuste por inflación o aplicar el impuesto al cheque cuando uno paga impuestos son algunos de los dislates que podemos citar en materia impositiva vigente. Pero el punto el punto central es que cada peso que el Estado le quita al sector privado para financiar el gasto es un peso menos que el sector privado tiene para consumir o invertir. No hay tal efecto mágico por el cual un aumento del gasto público financiado con más impuestos se traduzca en mayor actividad. El mayor poder de demanda del sector público tiene como contrapartida un menor poder de demanda del sector privado, con la aclaración que la asignación de recursos es ineficiente. Ejemplo, por el decreto 2067/08 el gobierno aplica un impuesto para financiar la compra de gas en el exterior. Es que luego de destruir la actividad gasífera en Argentina, se dieron cuenta que se quedaban sin gas y ahora tienen que traer en barco gas licuado del exterior que es mucho más caro. Y, como si esto fuera poco, en la factura de gas figura el impuesto y luego cobran el IVA sobre el impuesto. Para que se entienda mejo: hoy tenemos más gasto público porque al gobierno se le ocurrió hacer bananas en la Antártida. Técnicamente es posible, pero económicamente es un disparate. Por eso no es cierto que un peso gastado por el Estado esté mejor asignado que si lo gasta el sector privado. Si hubiese sido así hoy no estaríamos pagando tantos impuestos para traer gas del exterior a un costo mayor al que se podría haber producido internamente. ¿Qué ocurre si el Estado recurre al endeudamiento interno para financiar el gasto? Desplaza al sector privado del mercado crediticio (como ocurre actualmente) y éste se queda sin financiamiento para invertir o consumir. Nuevamente, el mayor consumo del Estado es en detrimento de un menor consumo e inversión del sector privado. De nuevo suma cero con ineficiencia en la asignación de recursos. ¿Y si se financia con deuda externa? En este caso puede aumentar artificialmente el consumo interno en el corto plazo porque el mayor gasto público presente se financia con el ahorro de extranjeros sin tocar el nivel de ingresos presente del sector privado. Claro que en el largo plazo esa deuda hay que pagarla y, en ese momento, se afecta el nivel de demanda del sector privado. De todas maneras, en la actualidad, el gobierno de Kirchner ha hecho los suficientes méritos como para no poder pensar en financiarse con recursos del exterior. El financiamiento del gasto público con emisión monetaria implica hacer caer el salario real vía el impuesto inflacionario. Hoy, pensar en financiar el gasto con emisión monetaria sería más suicida que lo que vienen haciendo desde el punto de vista económico. Con la escasa confianza que genera el gobierno y la alta tasa de inflación existente, utilizar este mecanismo se traduciría en un estallido inflacionario. Queda, finalmente, el consumo de capital y ahorro para financiar el gasto. Esto ya lo viene haciendo el gobierno con la confiscación de los ahorros en las AFJP y el deterioro del sistema energético vía las tarifas artificialmente bajas que utilizó durante todos estos años. Lo mismo podemos decir con el stock ganadero, la industria láctea, el trigo, etc. En el corto plazo disfrutamos de tarifas de luz y gas artificialmente bajas, pero el costo de largo plazo es un gasto mayor por no poder seguir financiándose estos despilfarros de recursos. De manera que, frente a la crítica situación fiscal, hoy el gobierno no dispone de las herramientas de financiar el gasto sin afectar en el corto plazo el nivel de actividad interna (endeudamiento externo y consumo de capital). Cualquier cosa que haga para financiar este nivel de gasto conspira contra la demanda del sector privado y la eficiencia de la economía. Por supuesto que le quedaría el camino de bajar el gasto, algo impensable en este gobierno. Pero con eso solo no bastaría porque el país llegó a un punto en el cual el matrimonio es tan poco creíble o, si se prefiere, genera tanta desconfianza, que tanto el consumo como la inversión se mantendrán en niveles mínimos mientras ellos permanezcan en el poder. Esto quiere decir que la economía seguirá generando poca riqueza y el Estado tendrá cada vez menos recursos para financiarse. Baja el gobierno de los Kirchner la actividad privada no está en condiciones de financiar este nivel de gasto público porque no produce lo suficiente para bancar al Estado. En síntesis, el problema fiscal ya no pasa únicamente por reformular el sistema impositivo y el gasto. El mayor problema es que el matrimonio es el principal obstáculo para que el sector privado esté dispuesto a producir un nivel de riqueza que permita financiar el actual nivel de gasto. Son los propios Kirchner, con su sola presencia en el gobierno los que hacen infinanciable este gasto público alto e ineficiente que insisten en mantener.
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