Boletín de Universia-Knowledge@Whartonhttp://www.wharton.universia.net29 Julio- 25 Agosto, 2009
Pobreza, educación y calidad institucional, los desafíos del festejo del Bicentenario en Argentina
La reinauguración del emblemático Teatro Colón -ícono de la ciudad de Buenos Aires y dueño de una acústica envidiable-, la preparación de numerosas obras públicas, actos patrióticos encabezados por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, interesantes encuentros de reflexión y la publicación de libros alusivos, serán parte de la celebración de los 200 años de la Revolución de Mayo de 1810. Se conmemorará, en pocas palabras, la formación de la Argentina como país. En estos dos siglos surgieron las ideas más fuertes como nación, los primeros partidos políticos y también se sufrieron muchos retrocesos, como los sucesivos golpes militares a partir de 1930 hasta que, en 1983, volvió a instaurarse la democracia.
Otros países de América Latina cuentan con una línea histórica similar, por eso se ha formado el Grupo Bicentenario (http://www.grupobicentenario.org/), constituido en diciembre de 2007 e integrado por aquellos países que conmemoran sus bicentenarios entre 2009 y 2011, como Argentina, Colombia, Chile, Bolivia, Ecuador, El Salvador, España, México, Paraguay y Venezuela. España decidió participar en el Grupo “para construir una comunidad iberoamericana más fuerte y cohesionada, capaz de afrontar con más eficacia desafíos comunes como el de la actual crisis económica”, dijo el presidente español José Luis Zapatero, durante el acto institucional con el que se abrió la conmemoración del Bicentenario de las Independencias Iberoamericanas.
Según los especialistas, el Bicentenario es una fecha simbólica que servirá para reflexionar sobre los avances y retrocesos en la región. Los principales desafíos son: los altos niveles de pobreza y exclusión, la falta de un sistema educativo fuerte y un modelo competitivo de economía, además de la necesidad de partidos políticos más fuertes que defiendan más a fondo la democracia. Cuentas pendientes
Mientras las naciones establecen una agenda del Bicentenario, el golpe de Estado que se produjo el pasado domingo 28 de junio en Honduras -que destituyó al presidente constitucional Manuel Zelaya- enciende una luz roja sobre el clima político de la región. Este hecho, condenado por países del continente, Estados Unidos y España -entre otros-, “es un retroceso. Significa el retorno de los fantasmas del pasado, y la sensación de que la solidez de la democracia no era tal en la región, por lo que es un buen momento para que el resto de los países reflexione sobre las herramientas para fortalecer su propio sistema político”, sostiene Eduardo Fracchia, profesor del IAE, Escuela de Dirección y Negocios de la Universidad Austral.
En Honduras se siguen viviendo horas dramáticas, mientras el poder está en manos de Roberto Micheletti, quien asumió como presidente de facto y Manuel Zelaya, el presidente depuesto, hace intentos de volver al país. Los expertos señalan que la democracia es, sin duda, uno de los valores que la región debe cuidar y está ligado a una necesidad de mejorar la calidad política e institucional. “Lo de Honduras es un problema cultural, con origen en la falta de sentido republicano”, opina Ernesto O’Connor, director del Programa de Análisis de la Coyuntura Económica de la UCA (Universidad Católica Argentina). Y añade que “en el caso de Argentina, se deberían establecer políticas de Estado entre los dirigentes más importantes del país ya que faltan consensos básicos, un proyecto-país, instituciones estables, dirigentes rotativos (no con reelecciones)” porque esto ayudaría a la honestidad del sistema democrático.
Desde el punto de vista de la profesora Stella Maris Palermo, secretaria académica de la facultad de Historia, Geografía y Turismo de la USAL (Universidad del Salvador), “el camino a recorrer en la Argentina todavía demandará seguramente disensos y acuerdos. Toda nación se edifica conciliando intereses, lo importante es considerar los de las mayorías atendiendo las naturales diferencias. No se trata de optimismo ingenuo; la esperanza remite a lo arduo. Pero se puede pensar que en este sentido se está haciendo un lento aprendizaje, que aun debe cristalizar en la emergencia de dirigentes políticos y sociales”.
La urgencia por aclarar el panorama democrático en la región no debería empañar otras deficiencias acuciantes como la educación y la pobreza. La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) indica que el porcentaje de población en la pobreza es de un 33.2 % en América Latina. Además, la pobreza extrema o indigencia llega al 12.9 %, lo que equivale a 71 millones de personas.
Martín López Amorós, asistente de investigación del IAE, señala que, “en el corto plazo, se deben reducir los costes de la crisis internacional y local de cada país al mínimo. Para eso, sería importante tratar de que la pobreza no se dispare, y luchar contra el incremento de la desigualdad que las crisis generan”. Para O’Connor, de la UCA, “son muchos los aspectos en los que falta profundizar. Educación y salud son la clave, pues implican la inclusión de los hijos de los actuales excluidos en el futuro; junto a una nutrición que garantice que los niños de hogares pobres puedan terminar un secundario digno y realizar estudios universitarios o terciarios”. Al respecto, desde el IAE, Fracchia destaca que Argentina “debe mejorar el sistema educativo que históricamente fue un motivo de orgullo pero que ahora viene en decadencia”. El país supo dar 5 premios Nóbel (Bernardo Houssay, César Milstein y Luis Leloir, en ciencia; y Carlos Saavedra Lamas y Adolfo Pérez Esquivel relacionados con la paz); pero en las últimas décadas los mejores catedráticos y científicos han emigrado.
Avanzando en diferentes sentidos
Pero, tal y como dice el conocido refrán, lo último que se pierde es la esperanza. De hecho, la profesora Stella Maris Palermo, de la USAL, afirma: “Más que de aspectos positivos podría hablarse de razones para la esperanza. La historia argentina ha tenido hondos desencuentros, pero debemos alcanzar los consensos para construir el futuro a partir de su superación y, con todas las limitaciones que pueden señalarse; la voluntad de los argentinos se orienta en ese sentido”. En el caso de Argentina, detalla López Amorós, del IAE, “hay varios puntos a destacar. Por un lado, en los últimos 25 años se ha logrado consolidar, finalmente, la democracia. También es destacable el nivel cultural promedio de la sociedad argentina. Además, el país ha logrado colocarse como una potencia mundial agropecuaria, y ha sido uno de los espacios más innovadores en la materia en las últimas décadas”. Sin embargo, remarca que no todos los países de la región siguieron una misma trayectoria: “Venezuela, Colombia, Ecuador y El Salvador nunca lograron realmente despegar, y se han mantenido a lo largo de su historia como países subdesarrollados o en desarrollo. La historia del Paraguay es diferente ya que, como se sabe, en el siglo XIX –con un modelo basado en la autarquía- había logrado consolidarse como una de las potencias regionales hasta que el país fue devastado por la Guerra de la Triple Alianza (1864–1870), de la que nunca se recuperó”. En esta guerra, Brasil, Uruguay y Argentina lucharon militarmente contra Paraguay.
En tanto, O’Connor, de la UCA, resalta el ejemplo de Chile, “que hoy es el país que más ha evolucionado. En América Latina impera el pensamiento populista, heredero de la estructura social de la colonia, y es difícil instalar un pensamiento republicano”. Por el contrario, añade, “en Brasil domina el pensamiento desarrollista, de largo plazo, de expansión hacia el mundo, independientemente de los partidos políticos que gobiernen. Hay un sentido de nacionalismo, y competitivo”.
El aniversario en la región también tendría que ser un impulso para afianzar los lazos entre los países que la componen. Pero los problemas que han sufrido los acuerdos comerciales como el Mercosur (Mercado Común del Sur), el ALCA (Área de Libre Comercio de las Américas) o el NAFTA (Tratado de Libre Comercio del Norte) indican que falta mucho camino por recorrer.
La profesora de la USAL señala que “la Argentina debe insertarse en el mundo. Es sin duda una exigencia ineludible, pero se trata de algo más que de funcionalidades económicas que, descontextualizadas, han dado los resultados sabidos. La integración a un diálogo global supone como requisito la afirmación previa del sujeto que dialogue, y el Bicentenario puede ser una ocasión propicia en este sentido”.
Hacia el futuro
En la Argentina el Gobierno de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner creó un Comité Permanente del Bicentenario de la Revolución de Mayo 1810- 2010, con información en el sitio www.bicentenario.gov.ar. Aunque allí no están todavía actualizados los últimos cambios de autoridades, por lo que aún figura como Secretario de Cultura de la Nación José Nun, quien fue reemplazado hace pocos días por Jorge Coscia, en él se afirma que éste es un proyecto nacional que engloba a “las escuelas, la justicia social, la prosperidad económica, el respeto por los derechos humanos, la concientización y la identidad nacional de toda la población, la disminución de la desigualdad, la consolidación de la democracia”.
Los especialistas coinciden en señalar que el Bicentenario es “una fecha simbólica” y que, en realidad, tiene que aprovecharse para, según Fracchia, del IAE, “diagramar el rumbo deseado de la Argentina a largo plazo, ya que los últimos años de política económica no han cambiado sus características básicas: una industria que apela a la competitividad del precio del peso argentino para enfrentar la competencia del resto del mundo, un país con poca profundidad financiera, una sociedad con elevado nivel de pobreza y desigualdad y un régimen fiscal frágil. Falta algo básico: diálogo entre las partes que integran la democracia argentina. Además es preciso fortalecer los partidos políticos e involucrar más a la sociedad. Los modelos a seguir son Estados Unidos, Australia y Chile”, dice.
Ernesto O’Connor, de la UCA, coincide con este pensamiento debido a que “el patrón cultural de la Argentina no prioriza el largo plazo ni el sacrificio, sino el corto plazo y el placer del consumo. No hay cultura del ahorro ni del trabajo en la medida en que la tienen los países de desarrollo reciente, y por supuesto los desarrollados. La economía debe encaminarse en un proyecto de desarrollo nacional de largo plazo, consensuado, pero este consenso lo deben realizar los mismos dirigentes que han llevado al país a la situación actual, lo cual requiere un esfuerzo magnánimo”.
Por último, Stella Maris Palermo, de la USAL, esboza una reflexión que puede ser funcional tanto para el Bicentenario argentino como para el resto de los aniversarios de América Latina: “Historia y porvenir, pasado y futuro van juntos, se articulan en el presente. Por eso es importante la actitud con que se mire ese pasado, que puede no ser fecunda. Ni el narcisismo autocomplaciente o destructivo, ni la pretensión de apropiarse de la memoria con un relato funcional a un interés, son fecundos. El Bicentenario es una oportunidad para hacernos cargo de nuestra historia, reafirmar valores y admitir limitaciones, y sobre todo, aceptar y asumir una herencia: esto es lo que hemos sido, nuestros logros y fracasos, y es a partir de aquí, necesariamente, que tenemos que seguir”.
(Envío de Carlos Zarlenga)
Pobreza, educación y calidad institucional, los desafíos del festejo del Bicentenario en Argentina
La reinauguración del emblemático Teatro Colón -ícono de la ciudad de Buenos Aires y dueño de una acústica envidiable-, la preparación de numerosas obras públicas, actos patrióticos encabezados por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, interesantes encuentros de reflexión y la publicación de libros alusivos, serán parte de la celebración de los 200 años de la Revolución de Mayo de 1810. Se conmemorará, en pocas palabras, la formación de la Argentina como país. En estos dos siglos surgieron las ideas más fuertes como nación, los primeros partidos políticos y también se sufrieron muchos retrocesos, como los sucesivos golpes militares a partir de 1930 hasta que, en 1983, volvió a instaurarse la democracia.
Otros países de América Latina cuentan con una línea histórica similar, por eso se ha formado el Grupo Bicentenario (http://www.grupobicentenario.org/), constituido en diciembre de 2007 e integrado por aquellos países que conmemoran sus bicentenarios entre 2009 y 2011, como Argentina, Colombia, Chile, Bolivia, Ecuador, El Salvador, España, México, Paraguay y Venezuela. España decidió participar en el Grupo “para construir una comunidad iberoamericana más fuerte y cohesionada, capaz de afrontar con más eficacia desafíos comunes como el de la actual crisis económica”, dijo el presidente español José Luis Zapatero, durante el acto institucional con el que se abrió la conmemoración del Bicentenario de las Independencias Iberoamericanas.
Según los especialistas, el Bicentenario es una fecha simbólica que servirá para reflexionar sobre los avances y retrocesos en la región. Los principales desafíos son: los altos niveles de pobreza y exclusión, la falta de un sistema educativo fuerte y un modelo competitivo de economía, además de la necesidad de partidos políticos más fuertes que defiendan más a fondo la democracia. Cuentas pendientes
Mientras las naciones establecen una agenda del Bicentenario, el golpe de Estado que se produjo el pasado domingo 28 de junio en Honduras -que destituyó al presidente constitucional Manuel Zelaya- enciende una luz roja sobre el clima político de la región. Este hecho, condenado por países del continente, Estados Unidos y España -entre otros-, “es un retroceso. Significa el retorno de los fantasmas del pasado, y la sensación de que la solidez de la democracia no era tal en la región, por lo que es un buen momento para que el resto de los países reflexione sobre las herramientas para fortalecer su propio sistema político”, sostiene Eduardo Fracchia, profesor del IAE, Escuela de Dirección y Negocios de la Universidad Austral.
En Honduras se siguen viviendo horas dramáticas, mientras el poder está en manos de Roberto Micheletti, quien asumió como presidente de facto y Manuel Zelaya, el presidente depuesto, hace intentos de volver al país. Los expertos señalan que la democracia es, sin duda, uno de los valores que la región debe cuidar y está ligado a una necesidad de mejorar la calidad política e institucional. “Lo de Honduras es un problema cultural, con origen en la falta de sentido republicano”, opina Ernesto O’Connor, director del Programa de Análisis de la Coyuntura Económica de la UCA (Universidad Católica Argentina). Y añade que “en el caso de Argentina, se deberían establecer políticas de Estado entre los dirigentes más importantes del país ya que faltan consensos básicos, un proyecto-país, instituciones estables, dirigentes rotativos (no con reelecciones)” porque esto ayudaría a la honestidad del sistema democrático.
Desde el punto de vista de la profesora Stella Maris Palermo, secretaria académica de la facultad de Historia, Geografía y Turismo de la USAL (Universidad del Salvador), “el camino a recorrer en la Argentina todavía demandará seguramente disensos y acuerdos. Toda nación se edifica conciliando intereses, lo importante es considerar los de las mayorías atendiendo las naturales diferencias. No se trata de optimismo ingenuo; la esperanza remite a lo arduo. Pero se puede pensar que en este sentido se está haciendo un lento aprendizaje, que aun debe cristalizar en la emergencia de dirigentes políticos y sociales”.
La urgencia por aclarar el panorama democrático en la región no debería empañar otras deficiencias acuciantes como la educación y la pobreza. La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) indica que el porcentaje de población en la pobreza es de un 33.2 % en América Latina. Además, la pobreza extrema o indigencia llega al 12.9 %, lo que equivale a 71 millones de personas.
Martín López Amorós, asistente de investigación del IAE, señala que, “en el corto plazo, se deben reducir los costes de la crisis internacional y local de cada país al mínimo. Para eso, sería importante tratar de que la pobreza no se dispare, y luchar contra el incremento de la desigualdad que las crisis generan”. Para O’Connor, de la UCA, “son muchos los aspectos en los que falta profundizar. Educación y salud son la clave, pues implican la inclusión de los hijos de los actuales excluidos en el futuro; junto a una nutrición que garantice que los niños de hogares pobres puedan terminar un secundario digno y realizar estudios universitarios o terciarios”. Al respecto, desde el IAE, Fracchia destaca que Argentina “debe mejorar el sistema educativo que históricamente fue un motivo de orgullo pero que ahora viene en decadencia”. El país supo dar 5 premios Nóbel (Bernardo Houssay, César Milstein y Luis Leloir, en ciencia; y Carlos Saavedra Lamas y Adolfo Pérez Esquivel relacionados con la paz); pero en las últimas décadas los mejores catedráticos y científicos han emigrado.
Avanzando en diferentes sentidos
Pero, tal y como dice el conocido refrán, lo último que se pierde es la esperanza. De hecho, la profesora Stella Maris Palermo, de la USAL, afirma: “Más que de aspectos positivos podría hablarse de razones para la esperanza. La historia argentina ha tenido hondos desencuentros, pero debemos alcanzar los consensos para construir el futuro a partir de su superación y, con todas las limitaciones que pueden señalarse; la voluntad de los argentinos se orienta en ese sentido”. En el caso de Argentina, detalla López Amorós, del IAE, “hay varios puntos a destacar. Por un lado, en los últimos 25 años se ha logrado consolidar, finalmente, la democracia. También es destacable el nivel cultural promedio de la sociedad argentina. Además, el país ha logrado colocarse como una potencia mundial agropecuaria, y ha sido uno de los espacios más innovadores en la materia en las últimas décadas”. Sin embargo, remarca que no todos los países de la región siguieron una misma trayectoria: “Venezuela, Colombia, Ecuador y El Salvador nunca lograron realmente despegar, y se han mantenido a lo largo de su historia como países subdesarrollados o en desarrollo. La historia del Paraguay es diferente ya que, como se sabe, en el siglo XIX –con un modelo basado en la autarquía- había logrado consolidarse como una de las potencias regionales hasta que el país fue devastado por la Guerra de la Triple Alianza (1864–1870), de la que nunca se recuperó”. En esta guerra, Brasil, Uruguay y Argentina lucharon militarmente contra Paraguay.
En tanto, O’Connor, de la UCA, resalta el ejemplo de Chile, “que hoy es el país que más ha evolucionado. En América Latina impera el pensamiento populista, heredero de la estructura social de la colonia, y es difícil instalar un pensamiento republicano”. Por el contrario, añade, “en Brasil domina el pensamiento desarrollista, de largo plazo, de expansión hacia el mundo, independientemente de los partidos políticos que gobiernen. Hay un sentido de nacionalismo, y competitivo”.
El aniversario en la región también tendría que ser un impulso para afianzar los lazos entre los países que la componen. Pero los problemas que han sufrido los acuerdos comerciales como el Mercosur (Mercado Común del Sur), el ALCA (Área de Libre Comercio de las Américas) o el NAFTA (Tratado de Libre Comercio del Norte) indican que falta mucho camino por recorrer.
La profesora de la USAL señala que “la Argentina debe insertarse en el mundo. Es sin duda una exigencia ineludible, pero se trata de algo más que de funcionalidades económicas que, descontextualizadas, han dado los resultados sabidos. La integración a un diálogo global supone como requisito la afirmación previa del sujeto que dialogue, y el Bicentenario puede ser una ocasión propicia en este sentido”.
Hacia el futuro
En la Argentina el Gobierno de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner creó un Comité Permanente del Bicentenario de la Revolución de Mayo 1810- 2010, con información en el sitio www.bicentenario.gov.ar. Aunque allí no están todavía actualizados los últimos cambios de autoridades, por lo que aún figura como Secretario de Cultura de la Nación José Nun, quien fue reemplazado hace pocos días por Jorge Coscia, en él se afirma que éste es un proyecto nacional que engloba a “las escuelas, la justicia social, la prosperidad económica, el respeto por los derechos humanos, la concientización y la identidad nacional de toda la población, la disminución de la desigualdad, la consolidación de la democracia”.
Los especialistas coinciden en señalar que el Bicentenario es “una fecha simbólica” y que, en realidad, tiene que aprovecharse para, según Fracchia, del IAE, “diagramar el rumbo deseado de la Argentina a largo plazo, ya que los últimos años de política económica no han cambiado sus características básicas: una industria que apela a la competitividad del precio del peso argentino para enfrentar la competencia del resto del mundo, un país con poca profundidad financiera, una sociedad con elevado nivel de pobreza y desigualdad y un régimen fiscal frágil. Falta algo básico: diálogo entre las partes que integran la democracia argentina. Además es preciso fortalecer los partidos políticos e involucrar más a la sociedad. Los modelos a seguir son Estados Unidos, Australia y Chile”, dice.
Ernesto O’Connor, de la UCA, coincide con este pensamiento debido a que “el patrón cultural de la Argentina no prioriza el largo plazo ni el sacrificio, sino el corto plazo y el placer del consumo. No hay cultura del ahorro ni del trabajo en la medida en que la tienen los países de desarrollo reciente, y por supuesto los desarrollados. La economía debe encaminarse en un proyecto de desarrollo nacional de largo plazo, consensuado, pero este consenso lo deben realizar los mismos dirigentes que han llevado al país a la situación actual, lo cual requiere un esfuerzo magnánimo”.
Por último, Stella Maris Palermo, de la USAL, esboza una reflexión que puede ser funcional tanto para el Bicentenario argentino como para el resto de los aniversarios de América Latina: “Historia y porvenir, pasado y futuro van juntos, se articulan en el presente. Por eso es importante la actitud con que se mire ese pasado, que puede no ser fecunda. Ni el narcisismo autocomplaciente o destructivo, ni la pretensión de apropiarse de la memoria con un relato funcional a un interés, son fecundos. El Bicentenario es una oportunidad para hacernos cargo de nuestra historia, reafirmar valores y admitir limitaciones, y sobre todo, aceptar y asumir una herencia: esto es lo que hemos sido, nuestros logros y fracasos, y es a partir de aquí, necesariamente, que tenemos que seguir”.
(Envío de Carlos Zarlenga)
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