miércoles, 18 de septiembre de 2013

Un camino largo con recorrido penoso




Por César Ramón Cuello
Los economistas en general, y los que son candidatos en particular, además de los cabeza de listas que competirán en las próximas elecciones legislativas, nos “informan” que rápidamente pueden lograrse las soluciones para superar la situación socioeconómica cuyas características nos afligen; el simple análisis que lleva a cabo la mayoría de los argentinos agrupados en el setenta y ocho por ciento que repudió o no acepta al gobierno nacional, las tiene internalizadas. Las afirmaciones en cuanto a la rápida solución declamada se basan, en casi todos los casos, en los recursos que posee Argentina, en una generalidad que incluiría a los humanos y materiales.
Si tomamos literalmente dichos anuncios es posible pensar que no se diferencian en mucho de las afirmaciones de los miembros del gobierno que nos dicen que estamos en el mejor de los mundos superando a países como Canadá, Australia y Estados Unidos de América; la naturaleza falaz de estos dichos y la poca consistencia que poseen las que pregonan que en breve lapso podemos llegar a un buen puerto (nadie habla de plazos para lograr objetivos) hace que ambas posiciones nos ubican lejos de poder pensar que el paso de una posición a otra será fácil y en el corto o cortísimo plazo.
No existe lugar en el planeta que no ofrezca recursos para que los habitantes de cualquier territorio puedan obtener de ellos la satisfacción de sus necesidades, tanto individuales como sociales. Para lograrlo se trata nada más que de incorporar el trabajo necesario y los medios que permitan el mejor rendimiento de este factor, incluyendo la tecnología. Es una verdad de Perogrullo que los habitantes de Argentina tienen disponibles todos los factores de la producción. Pero, como sucede siempre, obtener buenos resultados depende de cómo se los utilice o, lo que es lo mismo, cuál es la base filosófica que le da forma a la organización social y económica, cuestión que escapa al análisis que se pretende realizar en esta nota.
La realidad de Argentina nos dice que su sistema económico proporciona alrededor de cinco mil dólares por habitante y por año, más allá de las cifras distorsionadas que proporciona la información oficial. Luego, si quisiéramos llegar a disponer veinticinco mil por cada uno de aquellos habitantes, y con ello acercarnos a mitad de camino de las naciones que están en punta en el concierto internacional, tendríamos que multiplicar por cinco la capacidad de producir o, al revés, disminuir a un quinto la población, esto es, brindar los beneficios de la actividad económica a unos ocho millones de personas. Esta opción es, lógicamente, imposible de concretar y por lo tanto, es nada más que una ilusión poder mejorar en el corto plazo la calidad de vida de los argentinos.
También tiene las mismas características la pretensión de multiplicar por cinco el resultado de la actividad económica para llegar al nivel de ofrecer veinticinco mil dólares anuales por cada habitante. Consideremos que para duplicar en el término de diez años los cinco mil dólares que actualmente se producen sería necesario que crezca el aparato productivo en forma sostenida a una tasa del siete por ciento anual;  una verdadera utopía. Nunca sucedió tal fenómeno en nuestro país y es muy difícil, tanto como imposible, que ello acontezca dadas las condiciones en que se presenta el panorama socio económico. Se deja para el razonamiento del lector calcular que tiempo sería necesario que transcurra para llegar al nivel que hemos propuesto.
Tengamos presente que el relato referido al crecimiento del cual se hace ostentación en estos tiempos por parte de los gobernantes, se trata más que nada de un rebote proveniente de las depresiones en que periódicamente cayó la actividad económica; sin que ello represente una nueva dimensión relativa del aparato productivo. Es que luego de alcanzar el nivel máximo de producción y productividad que ofrece la dimensión del sistema, invariablemente siempre hemos arribado a un amesetamiento que se ha presentado como recurrente en los últimos sesenta años.
Actualmente padecemos los efectos de una emisión monetaria prácticamente descontrolada que se traduce en una perversa inflación; estado deplorable en la infraestructura productiva (caminos, ferrocarriles, comunicaciones); déficit  financiero estatal, insuficiencia de recursos energéticos (petróleo, gas y electricidad), reservas en caída libre y trece millones de personas y familiares fuera del aparato productivo que viven de planes de ayuda, pensiones y jubilaciones y sin aportar trabajo efectivo, eficiente y eficaz al proceso económico, que nos deja con pocos recursos humanos  para aplicar; tenemos carencia de ahorro interno y no podemos recurrir al externo (mercado internacional de capitales) fruto de la falta de confianza; la frutilla del postre es la inseguridad personal (que mata) y la jurídica, que desalienta y expulsa la inversión extranjera Todo esto nos entrega la imagen de un país cuya recuperación se enfrenta a un largo y penoso tránsito en el futuro. Donde una muy buena parte de la población sufrirá las consecuencias de una pésima conducción estatal y una corrupción desenfrenada no solamente en el sector gubernamental, ya que cuenta con la complicidad de la otra parte del cohecho, que provoca una pobreza infernal.
Recordemos que la economía proporciona los recursos para enfrentar la satisfacción de necesidades de todo tipo entre las cuales encontramos la de brindar instrucción adecuada a los habitantes, salud, seguridad y justicia. No es esperable que ocurra el milagro de que llueva maná
El análisis precedente nos evidencia que aun colocando a la Nación en el sendero del trabajo ordenado, manteniendo en el tiempo políticas y valores morales que nos permitan superar el penoso estado de situación en que nos encontramos, el camino a recorrer será muy largo y sacrificado.
La Plata, 29 de agosto de 2013

Ver detrás de la apariencia




Por César R. Cuello
Son notorios dos aspectos que nos presenta la realidad pre eleccionaria. Uno de ellos es el optimismo en buen grado que exhiben los candidatos en sus presentaciones públicas. Si bien debe aceptarse como una táctica para inducir votos, para un observador que sigue el proceso y tiene acumulada experiencia en el tema, deduce, por un lado, que realmente el candidato cree en las manifestaciones del público cuando lo alienta a continuar avanzando y seguir haciendo lo que está haciendo. Sus convicciones, su entusiasmo, lo colocan en el plano de esa especie de delirio que poseen los políticos y creen que el triunfo los acompañará al final de la contienda cívica. Por otra parte, aquél observador advierte que las mismas personas que alientan a unos hacen lo propio con otros, sin que ello implique la intención aviesa de engañar. Al fin y al cabo si consideran medianamente honesto a quién se candidatea, el aliento sirve como una especie de agradecimiento por dedicar parte de su vida, o toda, a hacer política, que no es ni más ni menos que trabajar para cambiar la realidad con el objeto de mejorar la calidad de vida de la población. El grado de optimismo de los ciudadanos podría equipararse en este caso al del político.
Esto recuerda la confesión de un militante de un partido de izquierda que con hilaridad recuerda que estas circunstancias relatadas las había vivido más de una vez. Honestamente, junto a sus camaradas de ruta, creía en el triunfo augurado por los vecinos a quiénes habían visitado. Quedar en la cima del escrutinio era lo que esperaban. Claro que al final del recuento de votos aparecían las cifras de la realidad: Partido Uno l78 votos; partido Dos l23 votos; partido Tres, 66 votos, partido Cuatro 22 votos, partido propio 3 votos. Así y todo, este resultado no los amilanaba y por décadas sufrían y siguen sufriendo la misma experiencia. Cosas de la borrachera política.
El otro aspecto que exhiben los políticos en campaña es nada más ni nada menos el que encuadra los problemas detectados en la comunidad, y la promesa hecha con todo énfasis que tienen en sus manos o en su futura gestión las soluciones. Claro que, invariablemente, se ocupan de no especificar cómo llegarían a concretarlas, ni en qué tiempo ni a qué costo. Este fenómeno acontece con todos los candidatos, sea cual fuere la agrupación política a la cual pertenecen.
Estas circunstancias vistas según sea el lado que ocupe el observador o el papel que juegue el protagonista, merecen anotar la importancia que tiene hacer fenomenología frente a las cosas, hechos o fenómenos que se nos presentan. Es decir, tener visión crítica de la apariencia para no caer en la falsedad de los cálculos y no albergar expectativas favorables falsas en ningún caso. Porque como dicen los filósofos, actuar como tal significa, no tanto valorar la naturaleza de los hechos, sino tener conocimiento de la naturaleza de los hechos. Y es que hacer fenomenología debe llevarnos a conocer los condicionamientos que dan lugar a los mismos. De otra manera corremos el serio peligro de asignar valor nada más que a la apariencia; y muchas veces las apariencias engañan.
Más de una vez se es testigo de juicios provenientes del análisis de la apariencia sin recurrir a ver que existe detrás de ella. Por ejemplo, asignar a una potencia extranjera que realiza inversiones en un país menos desarrollado, la calidad absoluta de bienhechora debido al aparente progreso que habría generado aquella actividad económica. Hacer fenomenología en este caso supone establecer con la mayor claridad posible los condicionamientos que dieron lugar a la actividad y concatenar los resultados. En el caso de potencias europeas en nuestro país se les suele asignar aquel rol como consecuencia de haber incorporado el ferrocarril, introducido mestizaje vacuno y bovino, semillas, haber construido puertos, instalados centrales eléctricas, conceptos administrativos y todo cuando pudo diseñar y dar forma concreta a un aparato productivo. Analizando nada más que la apariencia no podríamos decir otra cosa que debe valorarse como positiva su incursión en el territorio nacional.
Pero, ¿cuáles fueron los condicionamientos que promovieron esa actividad económica?  Tengamos en cuenta que la acción empresaria en el sistema dentro del cual desarrollaron su actividad estaba el propósito de lucro, rasgo principal de la filosofía capitalista. Esta condición empresaria no es para nada deleznable. Al contrario, debe defenderse tal concepto porque hace al desarrollo del mejor sistema económico conocido hasta nuestros días. Siempre y cuando la moral sea la trama que sostenga la actividad y no implique el abuso de la capacidad económica para obtener provecho obsceno, utilizar la fuerza proveniente de actitudes reñidas con la ética como el soborno; y que los resultados en los negocios depare ganancias para una sola parte. En nuestra Patria se dio que los inversores extranjeros siempre tuvieron ganancias, muchas veces garantizadas, “aguamiento” de capitales, manejo discrecional de sistemas tarifarios en beneficio de los intereses de connacionales o socios eventuales y perjuicio para productores locales, sistema de trabajo rayanos en la esclavitud, taponamiento de actividades que podrían competir y proveer de productividad a la economía (Petróleo en Comodoro Rivadavia y en Cacheuta); y en cuanto a la contrapartida en el negocio, ni siquiera la parte del ratón quedó en estos lares. De la explotación del tanino en los quebrachales del Noroeste que les produjo ingentes ganancias, sólo dejaron miseria extrema; los ferrocarriles fueron abandonados prácticamente en el peor estado con la máscara de facilitar la nacionalización y otro tanto con la industria frigorífica. Ocurrió lo mismo en todos los sectores donde actuaron ya que no promovieron nunca la reinversión necesaria habida cuenta de la repatriación de capitales a los países de origen que cerraron sus economías luego de la Segunda Guerra Mundial. Es decir, junto a la intención de invertir para obtener utilidades traían consigo la intencionalidad, que se constituyó en hechos, para recurrir a métodos reñidos con la moral si era necesario para alcanzar los propósitos empresarios. La debilidad del país frente a la fortaleza del propio era el arma más poderosa para conseguir sus designios. Y desaparecieron cuando las condiciones coyunturales no eran favorables.
Aunque pueda decirse que mal de muchos es consuelo de tontos, la realidad mundial en la post guerra nos muestra idénticos resultados en todo el planeta: En India, Colonias Africanas y del Lejano Oriente, Egipto, Cercano Oriente, Caribe, no quedó más que la miseria generalizada luego de haber más que explotado, exprimido, los territorios y utilizado a sus poblaciones. Y una verdad dolorosa es que una vez replegados, en sus países de origen pusieron todo el empeño para lograr el recupero del deterioro que produjo la conflagración mundial en ellos y quedó en el olvido, más que las necesidades de los pueblos, la gratitud que debían a los países explotados. Si tenemos en cuenta lo que está escrito en La Biblia: “Por sus frutos los conoceréis”, quizás entonces nunca alcanzaron el rango de benefactores.
La cultura del trabajo de la población argentina, fruto de la inmigración europea y la capacitación lograda con su sistema de instrucción implantado por hombres como Belgrano, Avellaneda, Sarmiento, Roca y Estrada, sostuvo los magros resultados obtenidos hasta el presente.
Por todos estos acontecimientos sería bueno que los habitantes pudieran hacer fenomenología frente a las propuestas políticas en este período eleccionario; para elegir bien y subir al menos un escalón en la larga y empinada escalera que debemos recorrer para alcanzar un futuro venturoso.
La Plata, 16 de setiembre de 2013 (A 58 años del derrocamiento de Perón)

lunes, 4 de marzo de 2013

Superar el nivel


Por César Ramón Cuello
Más de una vez Perón dijo que si había algo hacia lo cual tendía su accionar era evitar la explotación del hombre por el hombre. No existe testimonio, entre los que peinan canas, ni en ningún registro, que se haya expresado sobre la explotación del hombre por el capitalismo ni por el comunismo ni por cualquier otro régimen. Dentro de la concepción que emanaba de sus enseñanzas rechazaba el fundamentalismo cualquiera fuere su fuente. El conocimiento de la historia de la humanidad era la base sobre la cual se asentaba su pensamiento y sus aseveraciones; se destaca dentro de éstas su decir que el ser humano es bueno pero que si se lo controla mejor.

De lo anotado surgen dos consideraciones, entre otras posibles.

1.    El buen funcionamiento, con iguales resultados, de un mecanismo de acción socio/económico puede, principalmente, depender de la actitud moral de los hombres que lo ejecutan cualquiera fuere la naturaleza de aquél. Así por ejemplo el de Noruega es paradigmático respecto de los sistemas socialistas/estatistas, aunque con economía de mercado. Esta economía, uno de cuyos pilares más importantes son los yacimientos marinos de petróleo que explota, produce más de cincuenta mil dólares por habitante y por año de lo cual el cincuenta por ciento lo toma el Estado en forma de impuestos. El monto recaudado es aplicado para solventar las necesidades sociales como instrucción y salud pública, seguridad, justicia, etc., y no existen evidencias de mayor desarmonía social. El régimen ruso (absolutamente estatista y con economía planificada) sin embargo, terminó desplomándose y viejos jerarcas subieron al escenario como importantes empresarios de todo orden; hasta incursionando en el gran negocio del fútbol profesional. En las antípodas se encuentran las naciones que se han sometido funcionalmente a la idea de la propiedad privada con economía de mercado (capitalismo/liberalismo), que en los últimos quinientos años alentaron, lideraron y lograron el desarrollo alcanzado por la humanidad. Ejemplos de buen funcionamiento son Canadá y Nueva Zelanda. Las distorsiones en este ámbito se notan en las crisis cíclicas que azotan al sistema. Las desviaciones responden a las propias de las personas que tienen poder de decisión en cada sector. Cuando pueden escabullirse de los sistemas de control, que era la advertencia de Perón, los seres humanos, más que nada ambiciosos, provocan las debacles. Como corolario podemos expresar entonces que las cualidades morales de los dirigentes impregnan los resultados; no existe relación alguna entre los objetivos y el sistema económico. No hay condicionamiento entre uno y otro aspecto y menos reciprocidad en tal sentido.

2.    Un factor, también principalísimo, que contribuye a la eficiencia y la eficacia del sistema económico y de la organización social que rigen en un país, es el Control Social; que tiene de suyo, a los efectos de ser a su vez eficiente y eficaz, la necesidad de ser ejercido desde cerca y lo más rápido posible respecto de los hechos. Su elusión, artera o legal, siempre provoca el desborde de la actitud de los humanos en cualquier plano y tema; tanto en uno como en otro régimen adoptado; sea bajo la libertad económica del capitalismo como en economías planificadas del tipo marxistas o fascistas. La combinación de factores sociales “Economía de Mercado y Sistema de Precios” (Capitalismo) con “Democracia” es la mejor manera conocida hasta el presente para producir bienes y servicios y su distribución con el propósito de subvenir necesidades individuales, grupales (familias) y sociales. Debe entenderse en este caso por Democracia al “gobierno de los pueblos” y no al simple mecanismo que permite elecciones para elegir periódicamente autoridades. En tal sentido Democracia es sinónimo de Federalismo que reconoce, acepta e instrumenta los gobiernos locales plenos. En estas circunstancias no existe el centralismo en la toma de decisiones ni se concentran abultadamente los recursos sociales. El poder de decisión que otorga el centralismo (gobiernos unitarios) y la concentración de riqueza social facilita la corrupción que provoca arbitrariedad y atraso socio económico debido a que fácilmente se ejecutan medidas contrarias al interés general; dando lugar al atraso y pobreza generalizada. El Federalismo contiene en sí el Control como una sana herramienta de administración de los recursos de la comunidad.

Las leyes, escribió Montesquieu, son las relaciones necesarias que se derivan de la naturaleza de la cosas. ¿Son las que poseemos los argentinos las derivadas de la esencia de nuestro ser nacional? ¿Las que hoy en día dicta el Congreso Nacional representan la manera de pensar de nosotros y la de vivir que preferimos? ¿Nuestra organización socio/política reconoce el derecho de las comunidades que conforman la Nación a gobernarse, disponiendo de la recaudación, asignación y uso de los recursos? ¿Permiten el necesario Control Social? Si así no fuere, ¿deberíamos reformar nuestras leyes básicas, no ya para permitir la permanencia “sine día” de funcionarios y jerarcas, sino para que permitan la armonía y el desarrollo social y económico? Quizás las repuestas a estos interrogantes y la consecuente acción podrían servir para superar el bajo nivel en que se encuentra Argentina.

martes, 19 de febrero de 2013

Poner manos a la obra



Por: César Ramón Cuello

La vida de un pueblo se asienta, en primera instancia, en el elemento que le proporciona el sustento biológico esto es, el aparato productivo, cuyo tipo de funcionamiento (sistema económico) determina la manera de vincularse con las cosas (bienes y servicios) y en las normas en cuyo ámbito se desenvuelve (organización social) que, a su vez, determina la manera de relacionarse sus miembros.
Por lo tanto, en la medida que el aparato productivo funciona con eficiencia (manera de hacer) y eficacia (logro de objetivos previstos), podrá disponerse de los bienes y servicios que proporciona la aplicación de los conocimientos científicos y técnicos que ha alcanzado la humanidad. Por el lado de la organización social si sus características son las adecuadas tiene vigencia una adecuada distribución de la riqueza que produce la actividad económica. Dentro de los parámetros que determinan la economía y la organización social, teniendo en cuenta que ambos conceptos van de la mano siempre, se desarrolla la cultura de los pueblos, es decir, todas sus manifestaciones, materiales e intelectuales. La riqueza bien administrada produce efectos positivos tales como las manifestaciones artísticas, la investigación científica que impulsa el desarrollo, la excelencia en la instrucción que asegura ciudadanos ilustrados,  la salud pública que proporciona bienestar personal básicamente, la seguridad personal y patrimonial que abona la tranquilidad vivencial, el mantenimiento del sistema de justicia que rectifica los procedimientos fuera de las normas; la fortaleza que se posee desde este punto de vista vigoriza los medios de  la defensa nacional, que contribuye a desalentar intromisiones de extraños en el ámbito interno de la Nación  o a repelerlos en su caso.
A la vista de este razonamiento, en las circunstanciales que actualmente tiene su permanencia el pueblo de la República Argentina podemos afirmar, sin hesitar, que las tareas no se han hecho muy bien que se diga en los últimos doscientos tres años de vida como país independiente: hubo ineficiencia. Ello dio como resultado la falta de equilibrio entre los dos factores (economía y organización social) y la mezquina respuesta a los requerimientos que natural y lógicamente se les practica a ambos: no hubo eficacia.
Viene a cuento la aplicación del concepto médico “empecinamiento terapéutico” que se produce cuando habiendo suministrado un remedio y no se obtienen los resultados de sanación esperados, se insiste con el mismo medicamento e, incluso, aumentando la dosis. El efecto es negativo siempre. Está de más decir entonces que si en Argentina, después de más de doscientos años, su aparato productivo no es capaz de producir más cinco mil dólares por habitante y por año frente al producto de los países más adelantados que superan los cincuenta mil (Luxemburgo con creces supera los ochenta mil), y posee una organización política social que permite el manejo antojadizo y corrupto de los recursos sociales, es hora que su pueblo se ponga a pensar cómo hacer para revertir la situación.
Es que, con el pobre producto de la economía, nuestras disponibilidades son de pobres en todos los aspectos cuya cobertura se espera de un buen funcionamiento; siendo el más penoso de ellos la retribución al trabajo, factor de la producción por excelencia y que dignifica la calidad humana. La puja por la adecuación de los salarios, corroídos por la inflación, es la máxima expresión de los penosos resultados obtenidos; a la par de la corrupción, acompañada de la mala praxis (deliberada o no) en los manejos públicos; que nos han aislado del concierto de las grandes naciones y sumidos en un estado del cual salir nos costará sino sangre, mucho sudor y quizás algunas lágrimas.
El objetivo debe ser determinar cómo debe funcionar el aparato productivo para colocarlo en la senda del constante desarrollo de su dimensión y excelencia y ubicar el modelo de organización que permita el control social y la adecuada distribución de la riqueza que aquél produzca. Para lograrlo hay que poner manos a la obra.

miércoles, 13 de febrero de 2013

Crecimiento y Desarrollo




Por César Ramón Cuello
Que crezca la economía no significa Desarrollo necesariamente. Por efecto de la alternancia de la influencia de las variables intervinientes se verifica el mismo fenómeno en los resultados de la actividad orientada a producir bienes o prestar servicios; es decir, se alternan los períodos de bonanza con los de depresión o recesión en la economía. Su producto aumenta en el primer caso y disminuye en el segundo. Esta secuencia circunstancial puede acontecer sin que para nada se modifique la capacidad productiva del aparato económico, cuya dimensión depende de los Recursos Naturales, el Capital y la Mano de Obra incorporados.
Cuando  el proceso económico sufre una recesión, o depresión, trae aparejada la disminución del PBI junto al hecho de entrar en ociosidad una porción de la capacidad de producir. En las instancias en las que se alcanza el punto de inflexión y la curva que representa la actividad económica toma curso ascendente, ello significa un aumento en el PBI fruto de la reactivación o lo que es lo mismo, un aumento de la actividad económica. Que puede lograrse con los Recursos Naturales, el Capital y la Mano de Obra que se dispone, sin superar el nivel que éstos factores tenían al final del anterior período de bonanza. En este caso el aumento de actividad económica producida hasta alcanzar el máximo logrado con anterioridad es motivo de haber utilizado la capacidad ociosa y no de un proceso de desarrollo del aparato productivo que constituye un genuino incremento de la economía.
El aumento de la capacidad productiva o desarrollo de un aparato económico se produce cuando se incorporan más unidades de uno de los factores de la producción o de una combinación de ellos o de todos. En buen romance, cuando se incorpora Capital y/o Recursos Naturales y/o Mano de Obra. El punto de partida, en general, es la incorporación de Capital (bienes y valores disponibles para llevar a cabo una actividad definida y generar bienes o servicios). Incorporar Capital (se suele incluir en la acepción de montos dinerarios) a la actividad económica se traduce también como Inversión cuya paso anterior necesario es el Ahorro.
Una de las medidas que históricamente se han tomado para incentivar la producción se refiere exenciones impositivas y/o facilidades crediticias y/o subvenciones con la que se favorece a los niveles empresarios que, casi sin excepción, se encuentran ubicadas en los circuitos financieros superiores. No se avizora que las propuestas que existen en este orden de cosas sean muy diferentes.
Con tales medidas tendientes a cubrir necesidades insatisfechas no se incorporan nuevos protagonistas en la toma de decisiones en los sectores donde se inducirá la inversión. Así se deja de lado una cantidad de creativos que puede llegar a ser tan importante como para torcer el curso de la historia de las en comunidades.
Dentro de este rango se encuentran las pequeñas y medias empresas que, huelga expresarlo, cuando se encuentran debidamente desarrolladas es factor más que importante en el desarrollo del aparato productivo y sostén de la actividad económica con verdadero dinamismo e intensivo uso de mano de obra.
En un artículo de opinión publicado recientemente en un importante diario del país, se recurre a la aparición de figuras como Roca, Sarmiento, Perón, etc., para instalar el inicio de un proceso de solución. Se plantea allí la necesidad de aparición de cierto tipo de conductor político para orientar el rumbo de la Nación.
La experiencia no señala a este hecho ni siquiera como paliativo. La aparición esporádica de este tipo de personaje no condujo a ninguna solución permanente en el largo plazo. Atila fue un gran conductor pero le faltó protagonismo creativo y creador al pueblo que comandaba. Esta fue la razón principal por la cual su paso relevante por la historia solo se limitó a ser recordado como el “paradigma de la crueldad, la destrucción y la rapiña. Los hunos fueron un pueblo nómada de cazadores y ganaderos. No solían usar la agricultura ni la industria en su organización social, y la escritura era rara vez usada para documentar su historia, por lo que desaparecieron sin dejar ninguna herencia destacada. Lo poco que se sabe de ellos se lo debemos en gran parte a sus mayores enemigos, los romanos”
La recurrencia a la posición del periodista no significa hacer parangón entre el cruel emperador europeo mencionado con nuestros ilustres antecesores. Se trata solamente de poner de manifiesto que al final, los resultados, si no iguales, en ambos casos no alcanzaron una dimensión tal como para ofrecer alta calidad de vida a todos los habitantes.
La actividad económica ha crecido en los últimos años. Ello no significa que haya sucedido lo mismo con el aparato productivo. No se produjo el desarrollo necesario como para ir asegurando el futuro, mejorando más que manteniendo, el volumen y calidad del consumo que ha sido la base del nivel alcanzado..
Un mero estudio de lo acontecido entre los humanos desde que apareció el Homo Sapiens Sapiens sobre la faz de la Tierra nos dice que cuando el pueblo es el hacedor, el verdadero protagonista, entonces se produce el avance de la civilización fruto del impulso de cada uno de los miembros de los pueblos y de éstos mismos. La génesis de la Revolución Industrial la llevaron los holandeses poniendo su denodado esfuerzo para ello, utilizando creatividad cuando el territorio que habitaban no daba para dejar hacer fisiocráticamente; los ingleses no la hubieran impulsado con todo el vigor conocido si los investigadores, inventores y trabajadores no hubieran participado en el proceso con el afán de progreso personal; la nación norteamericana no hubiera llegado a ser lo que es si los hombres y mujeres que desembarcaron del “Myflower” no hubieran portado el criterio del trabajo, del esfuerzo fecundo sin menoscabar la libertad; promoviendo posteriormente la participación de muchos en la generación de riqueza; facilitando la tenencia de la tierra en millones de inmigrantes que hicieron crecer y hacer fuerte a la nación; los alemanes y japoneses no hubieran recobrado, luego de quedar en la más absoluta miseria al término de la guerra, el papel de ciudadanos respetables de naciones poderosas si no hubieran aportado el trabajo personal de millones de emprendedores, cada uno honrando su puesto de trabajo con dedicación responsable. 
Argentina necesita que sus habitantes se hagan cargo responsablemente de generar los bienes y servicios necesarios para ello ocupando el lugar que elija cada uno. Pero, para que ello sea posible y como contrapartida de su esfuerzo, el pueblo debe actuar en el seno de una organización social que reconozca y respete sus derechos y haga cumplir los deberes que surgen de la vida en sociedad.
Porque la ocasión hace al ladrón. Vieja sentencia que tiene mucha, demasiada, vigencia cuando se pone a disposición de unos pocos un cúmulo de riqueza que despierta la tentación de apropiarse de ella. Es que la corrupción clava sus garras donde existe riqueza y poder para disponer de ella.
La centralización de poder, pergeñada desde antaño en la República Argentina, especialmente con los intentos de Rivadavia de imponer una constitución unitaria en 1819 y 1826, tiene cuerpo en estos tiempos en la recaudación impositiva que converge a un solo centro de decisión. Hecho que desvirtúa totalmente el sistema federal y la asignación de recursos no cuenta con el buen saber y entender de gobiernos locales promoviendo el consiguiente saludable control social. Acompañando en plena consonancia a este fenómeno, la tenencia de la tierra bajo el régimen de latifundio no permitió la incorporación de millones de agricultores que no solamente hubiera contribuido a generar una clase media con fortaleza y creatividad, sino a desarrollar intensivamente el sector dinámico por excelencia en los primero tiempos de nuestra vida organizada bajo el manto constitucional. La existencia de una población enriquecida garantiza más que nada el progreso socio económico
Luego, el establecimiento del poder político a nivel de cada comunidad menor (Municipio) que garantiza el control social en el uso de los recursos comunitarios y la existencia de millones de emprendedores en la generación de riqueza son la mejor base sustentable de la satisfacción directa de la necesidades comunitarias. Por el otro lado impulsar la constitución de emprendimientos creativos promueve el desarrollo armónico del aparato productivo sin la presencia de monopolios ni oligopolios.. Esto es, democracia y economía de mercado,