jueves, 10 de septiembre de 2009

Manual de Zonceras Argentinas: El Pacto de la Moncloa

POR EDGAR MAINHARD
Periódicamente, cuando los políticos se quedan sin ideas o los periodistas se aburren, reaparece la idea de un 'Pacto de la Moncloa' a la Argentina. Ninguna otra idea consumió tanta energía para llegar a ninguna parte. En la Argentina, el 'Pacto de la Moncloa' es una iniciativa que surge de la falta de liderazgos -al punto de perder identidad en la propuesta- y por eso está condenada al fracaso.


CIUDAD DE BUENOS AIRES (Urgente24). Cuando Juan Sourrouille era ministro de Economía, en días de Raúl Alfonsín, el sociólogo antiperonista Juan Carlos Torre, quien integraba ese equipo, organizó la visita de españoles que explicaban las bases del Pacto de la Moncloa, y así se ganaban algún dinero provisto por generosos organismos multilaterales.

La idea era esbozar un acuerdo de precios y salarios que le concediera un horizonte al ya por entonces enclenque Plan Austral.

Los acuerdos de precios y salarios son mala palabra en la Argentina por culpa de José Ber Gelbard y Juan Perón, y por eso era más presentable especular con un Pacto de la Moncloa, que no era específicamente lo que se buscaba pero que como en la Argentina abundaba/abunda la ignorancia al respecto, nadie interfiere (salvo la realidad) con la construcción del mito.

Desde entonces, ante cada crisis, los argentinos recuerdan el Pacto de la Moncloa español, idea que abandona, inevitablemente, quien emerge triunfante de ese cataclismo. Por lo tanto, cuando se escucha especular acerca de Pacto de la Moncloa hay que sospechar:

> o los políticos se quedaron sin ideas ni liderazgo,

> o los periodistas se han aburrido.

Luego de la derrota electoral del domingo 28/06, el kirchnerismo enunció el Pacto de la Moncloa para convencer, con la complicidad de algunos medios y periodistas, a los opositores a participar de un engañoso 'diálogo para nada'; y la mayoría de quienes acababan de ganar en las urnas pero carecían de coincidencias acerca de la utilidad de su triunfo, cayeron en la trampa.

¿De qué hablan los dirigentes argentinos cuando se refieren a Pacto de la Moncloa?

Es muy difuso. Pero la mayoría recuerda, con melancolía, el irrepetible abrazo de Juan Perón y Ricardo Balbín, evento histórico pero inútil para impedir la tragedia posterior.

Otros, se refieren al 11 de noviembre de 1970, cuando representantes de la Unión Cívica Radical del Pueblo (UCRP), y los partidos Justicialista (Peronista), Socialista Argentino, Conservador Popular y Bloquista, redactaron y difundieron un documento denominado 'La Hora del Pueblo', en el que se exigía elecciones inmediatas, sin exclusiones, y respetando a las minorías.

'La Hora del Pueblo' ayudó a legitimar la remoción del presidente de facto, general Roberto Marcelo Levingston, promoviendo el arribo del también presidente de facto general Alejandro Agustín Lanusse, quien iniciaría una compleja salida hacia las elecciones presidenciales del 11 de marzo de 1973.

Ese apoyo se explicitó con el aval a la designación del dirigente radical Arturo Mor Roig como ministro del Interior.

Pero los firmantes de 'La Hora del Pueblo' no apoyaron la iniciativa bipartidista posterior de Mor Roig, llamada Gran Acuerdo Nacional (GAN), de julio de 1971, que proponía un acuerdo sobre las reglas del juego electoral y régimen político democrático (una 'salida honorable' para la Revolución Argentina y así organizar la retirada de los militares del poder político).

Curiosamente Perón fue quien boicoteó el GAN y organizó su Frente Justicialista de Liberación Nacional para exigir un calendario electoral que no lo proscribiera ni condicionara, pero así también se zambulló en la tragedia ya conocida.

De todos esos enjuagues, el que obtuvo un resultado más exitoso -pero hoy no satisface a casi nadie y forma parte de las demonizaciones contemporáneas- fue el Pacto de Olivos, que llevó a la Constitución Nacional de 1995.

En vez de perfeccionar esa historia reciente, los argentinos mencionan el inalcanzable Pacto de la Moncloa español, cuya historia verdadera nadie la puede contar porque su protagonista, Adolfo Suárez González, sufre de demencia senil degenerativa, o mal de Alzheimer, y ha perdido todo registro histórico.

Pero podría señalarse que fue un entendimiento coyuntural para superar una transición que, cuando se agotó, obligó a los españoles a generar otro 'mapa de ruta' que fue el ingreso a la OTAN y a la Unión Europea, metas confidenciales de varios de los participantes del Pacto de la Moncloa pero que no podían explicitarse en ese momento porque hubiesen sido conflictivas.

En la Argentina es difícil especular sobre pactos si no hay objetivos, pero en especial cuando se carece de liderazgos.

En general, el Pacto de la Moncloa lo enuncia quien tiene apetencias de poder pero resulta que no le alcanza. Por ejemplo, Eduardo Duhalde.

O quien solamente quiere ganar tiempo: Néstor Kirchner luego del 28/06 o Julio Cobos ahora. Pero jamás concederá esa situación quien cree encontrarse en una posición más sólida que el resto (Kirchner hoy día).

Por lo tanto, la sociedad argentina padece graves problemas de fondo que el Pacto de la Moncloa no puede ni maquillar ni, mucho menos, resolver. Solamente seguirá siendo una distracción intelectual para huir del compromiso. Quienes quieren impedir la prolongación de Kirchner en el poder, deben movilizarse, militar, participar, generar ideas y acción, y de lo contrario que abandonen la escena.

Pero no especular sobre el sexo de los ángeles, las zonceras argentinas y otras frivolidades como el Pacto de la Moncloa.

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