Jueves, 24 de septiembre de 2009
Publicada 21/09/2009
Publicada 21/09/2009
Roberto Cachanosky
El ex presidente en funciones desafió las leyes económicas e intentó subordinarlas a su proyecto hegemónico, pero ahora la realidad le pasa la factura por tanto dislate.
Haciendo gala de una escasa ética política, Néstor Kirchner está apurando todas las leyes que puede antes que de perder la mayoría a partir de diciembre. Y digo escasa ética, porque si Kirchner, por propia conveniencia, adelantó las elecciones y la jugada le salió mal, debería aceptar que el actual Congreso no representa la voluntad de los votantes. Pero tal vez lo mío suene algo ingenuo viendo el comportamiento que ha tenido el matrimonio en estos 6 años. Es a mi juicio ese desleal aprovechamiento de haber perdido las elecciones pero mantener casi 6 meses la mayoría que ya negó el voto en el Congreso lo que hace que todos vean a Kirchner tomando la iniciativa y, algunos, hasta arriesgan que está recuperando poder ante una oposición que sigue sin reaccionar con la firmeza que debería. A propósito, ¿dónde estará Elisa Carrió que dejó de hablar en momentos en que debería estar levantando la voz con mayor energía? ¿Qué hace Binner apoyando a Kirchner cuando en la campaña el socialista acusaba a Reutemann de pactar con el kirchnerismo? ¿A qué juega Das Neves que lo critica a Kirchner pero después sus diputados terminan apoyando al oficialismo? Lo concreto es que, en este momento, Kirchner sigue avanzando gracias a sus escasos escrúpulos políticos mientras la oposición no hace gran cosa, mostrando mezquindades a la hora de ponerle un límite a un gobierno que, aprovechando una mayoría circunstancial, se comporta autoritariamente. Porque recordemos para ser autoritario no hace falta salir con un tanque a la calle y tomar el poder. También se puede ser autoritario haciendo abuso del poder que le fue delegado a un determinado candidato, forzando leyes o sancionando normas que van contra el derecho de los ciudadanos. En este contexto, no hay reunión en la que se deje de debatir hasta dónde está dispuesto a llegar Kirchner. ¿Forzará la situación hasta que se produzca un derramamiento de sangre? ¿Frenará antes de que ello ocurra? Esos interrogantes son difíciles de responder. Lo que sí sabemos es que un gobierno con pésima imagen y crisis económica, seguro que va a tener problemas de gobernabilidad. Y aquí viene algo que Kirchner no puede modificar: la ciencia económica. Por más que patalee, se enoje con la realidad, utilice mecanismos de apriete para “dominar” la economía, ésta sigue inmutable su curso. Ante determinada acción del gobierno se produce un efecto concreto. A mayor emisión, más inflación. A mayor violación de la propiedad más fuga de capitales. A más ataque a la producción menores bienes y servicios para la población. Les gusto o no a Kirchner, la economía se ríe a carcajadas de los intentos por torcer las consecuencias de las malas políticas. Los datos económicos indican que, por el flanco fiscal, la recaudación no alcanza para financiar los gastos del gobierno. Luego de coparticipar a las provincias, en los primeros 7 meses de este año, los ingresos impositivos de la Nación solo se incrementaron el 0,6% con relación al mismo período del año anterior. En el mismo período, los ingresos totales subieron el 11,4% y los gastos el 30,8%. El déficit fiscal, a pesar de diferentes artilugios contables, llegó a los $ 2.300 millones. ¿Qué implica esto? Que por más poder que tenga, el gobierno tendrá que pisar el aumento del gasto si no quiere irse de pista. O, mantener el actual ritmo de crecimiento, financiándolo con nuevas confiscaciones y o bien pedirle al BCRA que emita moneda para cubrir los gastos con el impuesto inflacionario. También tendrá que decidir si aplica un tarifazo o sigue con tarifas artificialmente bajas en base a subsidios e intenta financiarlos por los otros mecanismos mencionados. Si Kirchner frena el gasto, la pregunta que surge es: ¿por qué tendrá el apoyo de gobernadores e intendentes si no les da nada a cambio? La caja que disciplinaba se agotó. En lo que hace al nivel de actividad, ya llevamos 10 meses consecutivos de caídas en la producción industrial. Es probable que en los próximos meses veamos caídas menos importantes dado que se estará comparando con los últimos meses del año pasado, cuando que ya la economía entraba en recesión. Pero menores tasas de caídas no significan reactivación. El mejor escenario sería el de quedar en un valle. Las inversiones continuarán brillando por su ausencia dado que la violación a todos los derechos de propiedad más la incertidumbre sobre las reglas de juego, han creado el clima perfecto para que todos escapen de las locuras que se comenten en Argentina. La ley de radiodifusión que acaba de aprobar forzadamente la Cámara de Diputados, cuya legitimidad está en discusión, no hace más que confirma como se desconocen contratos firmados diciendo que no pueden reclamarse derechos adquiridos. Es decir, para el oficialismo los contratos que firma pueden ser violados por el Estado en nombre de la democracia (palabra permanentemente bastardeada). El consumo será función, entre otras variables, de la caída del ingreso real por efecto del impuesto inflacionario. Aquí podemos asistir a una lucha por la distribución del ingreso entre asalariados y empresarios. Al respecto hay que destacar que el BCRA ha vuelto a emitir a tasas anuales del orden del 10%. Con un PIB que está cayendo cerca del 5%, lo menos que podemos esperar es una inflación del 15% anual, si es que la demanda por moneda no se desploma. Las exportaciones dependerán de dos cosas: a) las condiciones del mercado internacional y b) las medidas que adopte el gobierno. El mundo parece haber frenado su caída pero lejos está de empujar como lo hacía antes de la crisis, de manera que no podemos esperar un gran viento de cola por este lado. En lo que hace a las medidas sobre exportaciones que el gobierno puede llegar a adoptar, nadie se animará a grandes proezas sabiendo que aún con la mercadería arriba del barco, algún burócrata puede ordenar que la bajen. Sin inversiones, con el consumo atacado por la inflación y las exportaciones dependiendo de los caprichos de la burocracia y de un contexto internacional todavía incierto, no veo cuál será el motor que moverá la economía. Si no hay motor, los problemas de ocupación seguirán agravándose y la recaudación no debería incrementarse, con lo cual, el ajuste fiscal tendría que ser feroz o bien irnos a un desmadre de inflación y confiscaciones. Kirchner desafió las leyes de la economía para subordinarla a su proyecto hegemónico, pero ahora la economía le pasa la factura por tanto dislate. Dicho de otra manera, Kirchner atacó la economía y ahora es la economía la que ataca a Kirchner. El problema es que el oficialismo puede tener éxito “borocotizando” legisladores o logrando que estos se den vuelta como panqueques. Eso puede hacerlo. En cambio, lo que no puede hacer es “borocotizar” la economía. Teniendo en cuenta que el escaso poder que le queda a Kirchner lo utiliza para destruir en vez de construir, lo único que podemos esperar hacia delante es un mayor deterioro de las condiciones de vida de la población. Frente a la adversidad política Kirchner ha demostrado que es capaz de destruir sectores productivos enteros por una cuestión personal. Y aquí viene el gran interrogante: ¿cuán manso es el pueblo argentino como para bancarse dos años más de desocupación, caída del salario real y aumento de la pobreza? ¿Conseguirá Kirchner mantener la paz social con la gente cada vez más desesperada para llegar a fin de mes? ¿Será consciente el matrimonio del polvorín que es el interior del país, que está paralizado por los caprichos de Néstor? Cada uno tendrá su respuesta a estos interrogantes. Algunos pensarán que Kirchner llevará las cosas hasta el extremo de la violencia social y otros que frenará antes que se derrame sangre. No lo sabemos. Lo que sí sabemos es que todos los desquicios económicos que ha hecho en estos 6 años, más su permanente ataque a los derechos propiedad, tienen un costo no solo económico, sino también político. Si se acepta esta premisa, no veo la razón por la cual Kirchner pueda salir indemne ante tanto atropello a la razón.
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