martes, 15 de septiembre de 2009

DEMOCRACIA (1ra. parte)

Por: César Ramón Cuello

Estado de situación
Nuestra Patria Argentina sufre unos de los más graves problemas que pueda asolar a una sociedad. La media de calidad de vida que ofrece su población está lejos, muy lejos, de constituir un nivel aceptable respecto del grado de civilización alcanzado por los pueblos que están en la punta de la calificación en tal sentido. Los mejores indicadores que nos llevan a aceptar esta aseveración es que la mitad de la población es pobre, es decir, no accede a las bondades que proporciona la riqueza que puede generarse con los recursos que posee; que más del diez por ciento es indigente; que el quince por ciento de los que están en condiciones y quiere trabajar no encuentra ocupación.
Todo esto deriva en una alarmante falta de instrucción, salud, seguridad, justicia y un deterioro impresionante en la moral. Que se traduce especialmente, entre otros indicadores negativos, en la percepción generalizada del altísimo grado de corrupción que impera en las esferas gubernamentales y en la trágica frecuencia de los actos delictivos que día a día se cobra la vida de los habitantes. Ello no obstante que la porción territorial que ocupa Argentina posee ventajas comparativas con las que, a poco que se les sume las competitivas que incorporan el trabajo fecundo y la adecuada organización social, se puede proveer a mejorar absolutamente la magra condición de sus habitantes.
El estudio de las razones que nos llevaron a este estado de cosas excede sobremanera la dimensión de esta nota y es seguro que no podría agotarse ni siquiera con un millón de ellas. Es tanto lo que se podría escudriñar sobre el tema que mejor que abordar tal tarea es proponer humildemente algunos interrogantes sobre cómo salir de la maraña en la que estamos envueltos los argentinos.
Que emanan de observar una forma de gobierno conocida y sus resultados junto a la manera de producir congruente.
Porque es evidente que a los argentinos, hasta ahora, las cosas en estos aspectos de convivir y producir riqueza, no nos han salido muy bien que digamos.



Humanismo
Una de las acepciones que adjudica la Real Academia Española al vocablo humanismo es que se trata de la “doctrina o actitud vital basada en una concepción integradora de los valores humanos”. Es decir, que se trata de la conjugación de las cualidades positivas que, con el don de la racionalidad, le permite a los seres humanos observar una conducta que lo enaltece. Perón, al enunciar las características de la Doctrina rectora del Justicialismo indicó que es profundamente humanista y cristiana. Además de aceptar la concepción cristiana de la trascendencia, sin menoscabo ni negación de la pluralidad religiosa cuya tolerancia es uno de los valores que impone naturalmente la calidad de humanista, la direcciona hacia el comportamiento que tenga en cuenta aquella conjugación señalada: moral cristiana y humanismo.
La solidaridad es una de las cualidades positivas que componen el amplísimo espectro de los valores humanos. Y en los hechos tiene dos direcciones. Desde lo individual hacia lo colectivo y viceversa. Cada uno debe actuar en aras del bien común y el conjunto acudir en apoyo de cada uno. Se trata del viejo dicho mosquetero: todos para uno y uno para todos. La filosofía de esta actitud se enmarca en el reconocimiento de la dignidad humana por cuanto accionando con tal sentido se tiene en cuenta en toda su dimensión al congénere, acatando el sagrado mandamiento judeo cristiano de amar al prójimo como a sí mismo.
De ahí que se denigra la dignidad humana cuando individualmente o actuando en banda se actúa en detrimento del esfuerzo de la comunidad. Sucede ello cuando, por ejemplo, un funcionario, y en connivencia o no con un reducido número de pares, toma riqueza comunitaria en beneficio propio. Ello es así porque no se valora la porción de vida, don Divino, que fue necesario prodigar por todos aquellos ciudadanos que contribuyeron a hacer realidad aquella riqueza.
Está claro que en estas circunstancias se menosprecia la calidad humana del semejante, incurriendo así en doble perjuicio. Porque si bien es cierto que cuando se produce una ofensa el problema no es del ofendido sino del que ofende porque éste es el que tendrá que rendir cuentas, se restan recursos para atender necesidades sociales y se contribuye a sumir en un mar de insatisfacciones y pobreza a muchos ciudadanos.
El humanismo exige que se cumpla acabadamente con los deberes de funcionario público y se reconozca, por parte de los que ejercen el poder, el derecho de los habitantes a participar en la vida comunitaria para no ser simples observadores de la toma de decisiones.
La monarquía absoluta (déspota, tirana) y sus derivados como el feudalismo y la oligarquía representaron, la mayoría de las veces, la antítesis del reconocimiento y respeto de la dignidad humana. Porque en esos casos se puede utilizar “a paciere”, y sin control, el esfuerzo ajeno sin ni siquiera intentar arribar al conocimiento de los propósitos personales o familiares de los despojados, sean éstos de perfeccionamiento, de superación o de simple supervivencia.
La democracia, contrario sensu, es la forma de funcionamiento social que más se acerca al reconocimiento de la dignidad de los seres humanos. Necesita de un sistema económico congruente y en tal caso permite la libertad de relacionarse los humanos entre sí y con las cosas, de acuerdo con su voluntad, aunque dentro del contexto de las leyes que en el mismo medio democrático tienen vigencia.

Democracia
El Diccionario General Etimológico de Roque Barcia editado en Barcelona 1870 (circa) dice que “democracia” significa “gobierno popular” y que proviene del griego demos (pueblo) y krátos (poder/autoridad). Esta forma de gobierno es la antítesis de la Monarquía Absoluta Constitucional Temporaria (MACT) que rige en Argentina, ya que el poder de decisión reside en el pueblo y no en una única persona.
El demo era la unidad política menor en el territorio ateniense, cuya división atendiendo a ese modelo fue determinada por Clístenes. En las asambleas que se llevaban a cabo en cada uno de ellos residía totalmente el poder de decisión para tratar las cuestiones comunitarias. Era el pueblo de los demos el que gobernaba, ejerciendo directa y naturalmente el poder en el tratamiento y resolución de los asuntos cotidianos locales. Cuando se trataba de resolver los temas que abarcaban a todos los demos se reunían, también en asamblea (Consejo de los Quinientos) los representantes de todos ellos para decidir sobre cuestiones comunes.
Puede advertirse claramente entonces que el concepto de democracia contiene las dos situaciones
a) Las deliberaciones en la asamblea de cada demo. Aquí por democracia debe entenderse como gobierno del pueblo. El directamente ejercido por los ciudadanos.
b) Las deliberaciones del Consejo compuesto por representantes de los demos, elegidos por sorteo. En este caso se refiere al gobierno de los demos, al gobierno de los pueblos. A partir de esta instancia podemos observar el concepto de representación por cuanto son los representantes los que deliberan y deciden. Y condición “sine qua non” para que el ejercicio de de tal representación responda a los intereses de los representados es que los representantes tenga representatividad. Es decir, que la investidura responda a la decisión cierta, voluntaria y genuina e intereses de los ciudadanos.

En consecuencia, según sea el ámbito de aplicación, al vocablo democracia le podemos asignar su acepción:
• Gobierno del pueblo cuando se ejerce el gobierno directamente
• Gobierno de los pueblos cuando se lo practica en nombre de las comunidades
El período que transcurrió para llegar a la democracia de Clístenes tuvo su origen en Solón y terminó de modelarse con Efialtes y Pericles. Significó, para algunos estudiosos, el tránsito desde el mito a la razón. El hombre griego obtuvo mayor conciencia sobre su condición humana. A partir de entonces no reconoció el origen divino de las autoridades sociales. Y tomó conciencia cívica de la posibilidad cierta que tiene el hombre de caer en manos de la corrupción. Ideó, por ello, un sistema de gobierno que tuviera en cuenta tal inclinación antes que esperar “a priori” el buen comportamiento.
El reordenamiento del funcionamiento del Consejo de los Quinientos y del Areópago contribuyó a garantizar la participación popular como garantía para evitar los excesos.
Es notable la importancia que se le otorgó a la participación ciudadana, a la igualdad ante la ley y al control. Esta actitud no solamente actúa como valla de contención a las debilidades personales sino que parte del reconocimiento de la dignidad del ser humano. Una parte del Discurso Fúnebre de Pericles, recogido por Tucídides en “Historia de la Guerra del Peloponeso” se encarga de ratificarlo:

“Tenemos un régimen político que no se propone como modelo las leyes de los vecinos, sino que más bien es él modelo para otros. Y su nombre, como las cosas dependen no de una minoría sino de la mayoría, es democracia. A todo el mundo asiste, de acuerdo con nuestra leyes, la igualdad de derechos en los conflictos privados, mientras que para los honores, si se hace distinción en algún campo, no es la pertenencia a una categoría, sino el mérito lo que hace acceder a ellos; a la inversa, la pobreza no tiene como efecto que un hombre, siendo capaz de rendir servicio a la Ciudad, se vea impedido de hacerlo por la oscuridad de su condición. Gobernamos liberalmente lo relativo a la comunidad y respecto a la suspicacia recíproca referente a las cuestiones de cada día, ni sentimos envidia del vecino si hace algo por placer, ni añadimos nuevas molestias, que aun no siendo penosas son lamentables de ver. Y al tratar los asuntos privados sin molestarnos, tampoco transgredimos los asuntos públicos, más que nada por miedo y por obediencia a los que en cada ocasión desempeñan cargos públicos y a las leyes, y de entre ellas sobre todo a las que están dadas en pro de los injustamente tratados y a cuantas por ser leyes no escritas comportan una vergüenza reconocida”

La idea de demo se asimila a la de municipio en la denominación hispana o cantón o condado en la sajona. Considerando este aspecto es donde se vislumbra que la Democracia tiene mucho que ver con el control, referido al proceder de los funcionarios en el manejo de los recursos públicos y además, con la participación que implica utilización de los recursos humanos de los que dispone la sociedad. Ello en la medida que se vinculan con el federalismo y el republicanismo que surgen de la organización democrática de las naciones. Dos conceptos modernos de teoría social, diferenciados, pero fundamentales para el éxito de la vida de los pueblos.

Federalismo
El Federalismo responde conceptualmente a un sistema de vinculación o confederación entre unidades políticas que previamente poseen identidad propia. Que, cuando deciden constituirla asignan al ente que surge de dicha decisión, funciones definidas con el propósito de cuidar los intereses de todos los miembros confederados.
Según está anotado precedentemente los griegos, inventores de la democracia, constituyeron una federación de demos. El espíritu de esa unión funcionó con el gobierno propio en cada uno de ellos, trasladando las cuestiones de interés común a la Asamblea (Consejo de los Quinientos), que funcionaba con representantes.
Con este mecanismo, además de responder al reconocimiento del derecho a gobernarse por sí misma cada comunidad, se incorporaba dos elementos vitales para la salud social:
1. Una multiplicidad de recursos humanos en la gestión social. Esa participación dotaba a la sociedad de un volumen importante de creatividad y acción directa en su seno.
2. Eficiencia y eficacia en el ejercicio del control sobre la utilización de los recursos comunitarios. Es que la eficacia del control es inversamente proporcional al tiempo y a la distancia que median entre aquél y los hechos. Sea que el control se ejerza puntualmente sobre ciertos y determinados actos o sobre el contexto general de la actividad gubernamental y sus resultados.

Republicanismo
Por su parte, el Republicanismo responde tanto a las necesidades de control como a las de asignación de funciones. Éstas, compartimentadas para que se cumplan con eficiencia y eficacia. Bajo el concepto universal de la división del trabajo, los clásicos planos que desarrolla son:
1. Determinación de las normas que regirán la vida de relación de las personas entre sí y de las personas y las cosas (Legislación)
2. Ejecución de las medidas necesarias para que esa relación sea lo mejor posible y ajustada a derecho (Obtención y administración de recursos)
3. Vigilancia para que, tanto en la gestión de legislar como en la de administrar y en controversias en las relaciones, todo se ajuste a derecho y razón (Administración de Justicia)

La concepción del gobierno democrático de los griegos viajó por el tiempo hacia un contexto donde la expansión poblacional fue más que significativa, donde la teoría de la organización social recibió el aporte de genios como Montesquiú y donde la alta calidad de dirigentes sociales fue proverbial. A pesar de los dos mil quinientos años que transcurrieron desde entonces, las bases sobre las que se sustenta han permanecido inalterables. Y las naciones que los tuvieron en cuenta y actuaron en consecuencia, han logrado insertarse en la senda del progreso civilizado y la convivencia armónica, aún con la imperfección, problemas, discrepancias, mezquindades y demás matices propios de la naturaleza humana. Utilizaron los valores propios de la Democracia a saber:
• Libertad
• Gobierno propio de las comunidades
• Igualdad ante la ley
• Participación
• Representatividad de legisladores, gobernantes y jueces
• Control Social

La Plata, 15 de setiembre de 2009

1 comentario:

  1. Realmente, impecable, debería formar parte de la formación en todos los estamentos de instrucción escolar, a los efectos que nuestros representantes actúen democraticamente.

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