viernes, 4 de septiembre de 2009

Adiós Alberdi, hola Chávez

Viernes, 04 de septiembre de 2009


Publicada 03/09/2009
Política Nacional / Carlos Mira

El proyecto de Ley de Medios enviado por Cristina Kirchner al Congreso representa un avance concreto contra la prensa libre y la libertad de expresar las ideas sin censura previa.


La prensa libre constituía una de las pocas esperanzas para que el país retornara en algún momento al imperio de la Constitución. No en vano el texto del que nos alejamos hace tantas décadas protegía la prensa con todo el rigor que su supremacía le permitía: el Congreso no podía establecer sobre ella la jurisdicción federal, no se podía atentar contra la libertad de imprenta, no se podían sancionar leyes que restringieran la libertad de prensa y, por supuesto, garantizaba la libre expresión de las ideas por la prensa, sin censura previa. Es decir, toda una batería de garantías para que el poder no cercenara a los periodistas. Es difícil encontrar otro derecho en la carta constitucional rodeado de mayores defensas.

Pero el gobierno de los Kirchner ha decidido embestir contra todo eso. Con la nueva ley de radiodifusión el ejercicio de la prensa libre quedará severamente restringido y supeditado a los caprichos y extorsiones del poder de turno. La revisión bianual de las licencias hará pender una espada de Damocles sobre las cabezas de los medios. La terminación de la libertad para instalar canales de cable que no utilizan el espectro radioeléctrico no tiene justificación alguna salvo que sea la de que para otorgar el permiso esos canales deberán alinearse a un discurso.

El berretín fascista de dividir en porcentajes orgánicos todo lo que sea susceptible de ser dividido, introdujo la insólita repartija de 33% para organizaciones comerciales, 33% para estatales y 33% para organizaciones no gubernamentales y cooperativas.

Puro cuento. Eso llevará la mordaza a la boca de los periodistas. La regulación de la prensa por un Estado que no es un Estado de Derecho sino un Estado de Personas, desembocará en la pérdida de la libertad para hablar y en la obligación de decir lo que el mandamás indique.

La aplicación retroactiva de la ley obligará a una monumental desinversión y a hacer vender a precio de remate posesiones que fueron decididas según una normativa plenamente legítima y vigente. Una lisa y llana barbaridad.

Si este proyecto, como dicen, constituye un eslabón más en la guerra de Kirchner contra Clarín y para ello el ex presidente ha decidido valerse de otras corporaciones que hoy le son funcionales a sus objetivos, esas corporaciones deberán pensar muy bien lo que van a hacer y mirarse en el espejo del “Gran Diario Argentino”.

Clarín, lamentablemente, sucumbió en su momento a la tentación del pacto con Kirchner para asegurarse mayores porciones del negocio. No pensó en grande; no fue consciente de la enorme responsabilidad republicana que tiene que tener un medio de comunicación. Pese a que los objetivos, los métodos y hasta los modales de Kirchner estaban claros desde el primer día, “el Gran Diario Argentino” fue funcional a ese poder y hoy tiene su consecuencia.

Ojalá las empresas a las que Kirchner vuelve a ponerles hoy una zanahoria delante de sus ojos, tengan la inteligencia y la sabiduría republicana de ver más allá y entender todo lo que hay en juego aquí. Ningún “triple play” justifica que se ayude a alguien a construir aquí un régimen en el que la vida, la propiedad y la libertad de los argentinos quede a merced de los humores y de los planes personales de un individuo. Eso no es una República. Y en un Emirato donde el derecho no existe no hay compañías prósperas por más triple play que estén en condiciones de proveer.

El proyecto es seguramente el intento más grave, desde que los Kirchner son conocidos a nivel nacional, para delinear en la Argentina una silueta chavista.

Lo que ocurre no es un tema menor. Es quizás el atentado más serio a la democracia republicana del que se tenga memoria. El movimiento de pinzas al que la libertad está siendo sometida en la Argentina es de una magnitud furibunda.

Muchos lo vienen advirtiendo desde hace años provocando la risa de los que de la dan de “prácticos” y de estar concentrados en las “efectividades conducentes”.

Clarín, también, en su momento, se concentró, seguramente, en las “efectividades conducentes”. Pues bien, las “efectividades conducentes” nos han conducido a un régimen autoritario que sigue repartiendo zanahorias para que otros “prácticos” se fijen sólo en el bolsillo en lugar de preocuparse por la suerte de la libertad.

Admito que dicha así la cosa puede parecer demasiado épica. Pero cuando éstos que se creen “vivos”, que miran su negocio chiquito, que no se distraen en las minucias de la teoría, se den vuelta, se darán cuenta de que ya no tienen libertad, ni justicia, ni bolsillo.

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