Ordena tus
trabajos de fuera
Y prepara tus
faenas en el campo
Y después
puedes construirte tu casa
(Proverbios
24,27)
Disparates
Por César
Ramón Cuello
Son notables los disparates que,
desde el punto de vista de la economía, se han practicado al son de una medida
de disposición de fondos jubilatorios y hemos escuchado decir de labios de un
funcionario del gobierno federal.
Fue en el acto del sorteo para
adjudicar préstamos para construir viviendas con fondos de la Anses. La Nación
(21/07/2012) reproduce como textual que dijo “es privatista, noventista y
reaccionario” pedir que los fondos que administra aquel organismo sólo se
destinen a jubilaciones y no se invierta también en el sistema productivo.
Justificó la acción del gobierno en que “el sistema es solidario. Es mezquino
decir que los fondos deben ser para una sola persona. Más cuando ese sistema
privado (de las AFJP) no funcionó…No hay autoridad moral y además es mentira”.
También se reproduce que se expresó sobre la
“mala intención” de economistas porque cuando la economía crecía al 9% anual
era por las buenas perspectivas del mundo y si a la Argentina le va mal no es
por el mundo sino por las medidas del gobierno.
El primer disparate que vamos a
puntualizar tiene que ver con la disposición de fondos acumulados por los
aportes y contribuciones que realizan trabajadores y patrones respectivamente,
para hacer frente a los haberes de los habitantes que se retiran de la clase
económicamente activa, es decir, los haberes jubilatorios. Uno de los objetivos
que tiene esa disposición de fondos, según las fuentes del gobierno es
solucionar en parte el problema de la falta de viviendas y otra generar empleo.
Pues bien, en primer lugar, esa contribución conduciría a paliar con el diez
por ciento la necesidad de viviendas que tiene el país, siempre y cuando se
construyera el número anunciado (cuatrocientos mil) y se mantuviera estático el
que alcanza la carencia de techos familiares.
El funcionario puntualizó que se
trata de mentiras los conceptos de los economistas. En realidad, la falacia
está en sus propias palabras; en la intención que se le adjudica a la medida de
gobierno. Porque se torna absurdo el esfuerzo financiero ya que para disponer
de la riqueza necesaria para afrontar tamaño déficit, cercano a los cuatro
millones de unidades, sería necesario poseer una economía que tuviera la
capacidad suficiente para producir el ahorro necesario para ello, algo que
nuestro sistema económico no está en condiciones de generar. Apenas supera los
cinco mil dólares por habitante y por año, lo cual a todas luces es harto
insuficiente. Los países que tienen solucionado el tema poseen economías que superan
los cincuenta mil, con cifras muy importantes desde hace decenas de años, lo
que pone de manifiesto trabajo y esfuerzo de muchas generaciones. En nuestro
caso tendríamos que sumar al tema de la vivienda el de la defensa nacional (no
poseemos fuerzas armadas en términos aceptables), las falencias en el sistema
de salud e instrucción publica, la incapacidad para brindar seguridad persona,
patrimonial y jurídica a los habitantes. Poseer capacidad para dar respuesta
satisfactoria a la solución de estos problemas está muy lejos en el tiempo aun
si se modificara el rumbo y nos orientemos hacia ello.
Afirmar que el gobierno está en la
tarea de propender a solucionar tamaños problemas sería expresar que estamos
orientados a alcanzar niveles de productividad y producción adecuados para
crear puestos de trabajo sustentables que permitan al trabajador pagar por su
vivienda, ya que el propio sistema económico debe ser el verdadero protagonista
en la gesta y no el Estado. Que no está para solucionar problemas puntuales en
todo caso, sino para orientar la gesta nacional, con el objeto de lograr que el
pueblo por sí posea la capacidad suficiente para ello y que no tenga que
depender de la generosidad (con riqueza ajena) de nadie, sino de su propio
esfuerzo dignificante. Es decir que tenga “libertad económica”, uno de los
postulados de la mayor fuerza política del país a la cual dicen pertenecer los
miembros del gobierno nacional, y que su vida transcurra civilizadamente
pudiendo acceder a los beneficios del avance de la civilización..
Para alcanzar esta meta tendríamos
que multiplicar por cifras cercana a los dos dígitos el tamaño de nuestra
economía. Si tenemos en cuenta que para duplicarla es necesario un crecimiento real sostenido del aparato productivo en el orden del siete
por ciento anual en el término de una década, debemos tener presente que la
extensión en el tiempo de un plan a tales efectos está bastante lejos del lapso
que durarán en el ejercicio del gobierno los actuales actores y de los que en
el futuro cercano lo ejerzan.
Se desprende, de los conceptos
analizados, que se pretende asignar mesiánicamente la solución a semejante
problema que poseemos los argentinos (de la vivienda) en un término que ni
siquiera es definido (tampoco se podría) y, además, se le suma otra pretensión:
la creación de fuentes de empleo. Que si
esto sucediera al amparo de la medida ejercida sería pan para hoy y hambre para
mañana. Esto es así en la medida de otro disparate: atribuir calidad de “actividad
productiva” a la construcción de viviendas, que es lo último que hay que hacer,
luego de asegurar las fuentes de trabajo..
La creación de empleo tiene sentido
cuando la fuente es sustentable. Esto y decir que la inversión es “productiva”
es lo mismo; en tanto que la construcción de viviendas se trata de una
“inversión estática” que en términos reales consiste en “enterrar riqueza” ya
que luego de terminada la construcción ésta no genera más. Algo así sucedió con
el Estadio Único de La Plata; está sirviendo más que nada para que grupos internacionales
del espectáculo “recojan” buena cantidad de dólares y llevarlos a sus países de
origen.
Los Proverbios inscriptos en la
Biblia contienen sabiduría milenaria, no hay duda. Datan de hace tres mil años.
El anotado al principio de esta nota parece ser que lo hubiera escrito un
Premio Nobel de Economía; sin embargo se trata de la sabia observación de un
humano, inspirado por Dios; su deducción fue que primero hay que asegurarse la
fuente del sustento, la fuente de la riqueza que permita ahorrar para poder
construir la vivienda.
Al menos, sino la palabra de los
economistas modernos, sería bueno tener presente la del Señor, de cuya
sabiduría no podríamos renegar.