Por César Ramón Cuello
La clase política está totalmente desacreditada en la República Argentina. Sin embargo, la mayoría de los argentinos no participa de la idea de dicho descrédito respecto de la pléyade de antecesores que fueron los fundadores de nuestra nacionalidad, a quiénes les cabe también la calificación de políticos. Entendiendo como política a toda acción honrada tendiente a mejorar la calidad de vida de una comunidad, vista ésta básicamente desde el punto de vista de sus valores culturales, morales y económicos.
Para esa mayoría de la población compuesta por hombres y mujeres de distintas tendencias, existe un conjunto de personajes que son venerados como patriotas que construyeron el país. En ese contexto podemos ubicar a Saavedra, Belgrano, Moreno, San Martín, Rivadavia, Dorrego, Lavalle, Rosas, Facundo, Ramírez, Urquiza, Alberdi, Mitre, Avellaneda, Sarmiento, Roca, Velez Sarsfield, Pellegrini, Joaquín V, González, Irigoyen, Perón, Frondizi y muchos más, por supuesto. Podemos deducir entonces que, dado el aporte a la nacionalidad que se les adjudica, no es extraño que se los haya colocado en el pedestal de los prohombres.
Pero si hoy en día los políticos no gozan en general de tal calificación puede deducirse entonces que hubo un momento, un punto de inflexión, a partir del cual cambió el concepto calificativo. Es decir, un momento en el que pasaron de ser considerados próceres a la categoría de desacreditados. ¿Cuándo se produjo el quiebre? ¿Cuándo, de ser patriotas pasaron a constituirse en simples y desacreditados políticos? ¿Existe ese punto de quiebre? ¿Cuál fue la figura o las figuras que encarnan ese punto?
• ¿Acaso fue cuando prácticamente se destituyó al último presidente radical?
• ¿O cuando se hizo lo propio con Martínez de Perón, o con Illía, o con Frondizi?
• ¿O cuando los jefes navales del golpe de 1955 que, según versiones, se aprovisionaron de municiones en el estuario del Río de La Plata con la colaboración de la marina británica y encaramaron a las fuerzas armadas en el poder?
• ¿O cuando en 1943, con las elecciones en ciernes, de produjo un golpe militar que dio por tierra la posibilidad de elegir un presidente con clara tendencia a apoyar a las fuerzas aliadas de la Segunda Guerra Mundial en contra del nazismo?
• ¿O cuando los gobernantes de la década del 30 firmaron pactos y convenios dejando en manos de extranjeros el manejo del Banco Central, el comercio exterior, el transporte de pasajeros de la zona metropolitana, el suministro de energía eléctrica; creando tantas Juntas corporativas como sectores había en la economía para beneficio de pocos, sumiendo en la pobreza a muchos y creando bolsones de corrupción?
• ¿O cuándo en 1930 se rompió el orden institucional derrocando a Irigoyen?
• ¿Habrá sido cuando un presidente (Figueroa Alcorta) que, para preservar el negocio millonario de importación de hulla (carbón de piedra) desde Inglaterra, firmó un decreto estatizando la riqueza petrolera y evitó la actividad económica que de ella se hubiera podido desprender, cercenando así la posibilidad de que cientos de miles de argentinos se pudieran enriquecer?
• ¿O cuándo, parafraseando a Pellegrini, la argentina entró en un carnaval financiero que dio lugar a la gran crisis de 1890?
• ¿O cuando se contrató un préstamo en el extranjero para formalizar una campaña en el desierto e institucionalizar la tenencia latifundista de quince millones de hectáreas, extranjerizando definitivamente el sector dinámico de la economía por excelencia y negando el acceso a la propiedad de la tierra a millones de argentinos; promoviendo el latifundio que no permite el desarrollo y la explotación intensiva del sector?
• ¿O cuando se asesinó en Barranca Yaco a la sazón el principal y tenaz impulsor de la organización nacional sobre la base del concepto de federación?
• ¿O cuando se legalizó el otorgamiento de facultades extraordinarias al Poder Ejecutivo concediendo la suma del poder público al Ilustre Restaurador de la Leyes?
• ¿O cuando se ultimó mediante un fusilamiento sin juicio previo a un Coronel (Dorrego) que tenía en mente el funcionamiento federal y democrático de América del Norte?
• ¿O cuando el ex funcionario de la corona española, y yerno de un virrey que ocupó por primera vez el cargo de presidente (Rivadavia), mediante la sanción de la denominada Ley de Enfiteusis dio en alquiler a un privilegiado grupo, compuesto de extranjeros mayormente, unos dos millones de hectáreas, habiendo hipotecado previamente toda la tierra fiscal en garantía de la deuda pública externa?
• ¿O cuando dicho presidente, ideólogo de las fallidas constituciones unitarias de 1819 y 1926, abolió la forma democrática de gobierno por excelencia que significaban los cabildos, verdaderos íconos de la democracia y la libertad de los pueblos, promoviendo la centralización y el unitarismo?
• ¿O cuando un ministro de este mismo personaje firmó un tratado con los brasileros que determinó despojar a Argentina de la soberanía sobre el territorio de la Provincia Oriental Uruguay a pesar de haber vencido a los lusitanos en la batalla de Ituzaingó ganándoles la guerra?
• ¿O cuando se contrató un préstamo (con la banca Baring Brothers) de un millón de libras esterlinas con una quita inicial del treinta por ciento (con el objetivo declamado de construir, entre otras obras un puerto), que nunca llegó totalmente a destino y de lo poco que arribó no existen pruebas de una correcta asignación?
• ¿O cuando un brillantísimo militar (San Martín) se puso al servicio de una causa cuyo éxito significaba la derrota de sus hermanos españoles para imponer una manera distinta de gobernar y funcionar la sociedad, y resultó funcional a la Rubia Albión en sus propósitos de penetración económica?
• ¿O cuando los que, sin consultar previamente a todos los pueblos de estos territorios, tomaron el poder que detentaba un virrey para luego imponer el nuevo régimen a sangre y fuego, destruyendo prácticamente la organización socio política que rigió durante trescientos años en América Latina en procura de otra, democrática por excelencia, que no llegó a consumarse ?
¿Podríamos adjudicar la paternidad del quiebre a alguno de los personajes y hechos mencionados que dieron lugar al nacimiento, a su tiempo, de dos sectores diametralmente opuestos (proteccionistas y librecambistas, unitarios y federales, “chupandinos” y “pandilleros”, conservadores y radicales, peronistas y anti peronistas, capitalistas y marxistas, menemistas y anti menemistas, etc. y en nuestros días los K y los anti K), motivando con ello que no pudiera fijarse un rumbo jalonado por el éxito para la Patria y cuyas consecuencias seguimos soportando hoy los argentinos?
¿Así fue siempre en el mundo respecto de los políticos? Dicho esto porque cronistas griegos actuaron en su época desacreditando a los políticos, haciéndolo con Clístenes, Pericles, etc., no obstante lo cual hoy los admiramos como grandes gobernantes.
¿Es posible afirmar entonces que no hubo quiebre alguno en nuestro país y que siempre fue igual?
Si analizáramos a los que hicieron prevalecer su acción, desde Saavedra hasta nuestros días, quizás no encontremos mucha diferencia entre ellos. No obstante los casos particulares que no tuvieron preponderancia definitiva, como el caso de una solitaria golondrina, que no hace verano.
Es que siempre fueron magros los resultados respecto de nuestros intereses nacionales. Largo sería de escribir. Pero, como para muestra basta un botón, a la vista está la realidad que vivimos. Si aplicamos la sentencia de Jesús cuando expresó “por sus frutos los conoceréis”, es evidente que el diseño y funcionamiento logrados hasta nuestros días en Argentina no rindieron frutos suficientes. Tantos como para satisfacer pretensiones alentadas por la ambición de estar a la altura o cerca de lo alcanzado por los países denominados del primer mundo.
Veamos los frutos:
1) No fueron, los miembros de la Primera Junta de 1810, líderes naturales con intereses y presencia definitiva en la Patria. Su poder se sostuvo precariamente sobre la base de la violencia para imponer en todo el territorio sus propósitos y carecieron de continuidad en el mando. Al cabo de un año ya habían sido desalojados del poder. La consecuencia fue el caos y la lucha fraticida por más de cuarenta años que impidieron la organización nacional.
2) No somos dueños de la riqueza del país. Los habitantes de nuestra Patria somos pobres generalizados por algunas razones básicas
• Más del noventa por ciento del aparato productivo no pertenece a los argentinos
• Somos usufructuarios de una economía que magramente produce cinco mil dólares por habitante y por año (muy baja productividad respecto de las naciones del denominado primer mundo que producen más de cincuenta mil). Por esta razón, frente a las manifestaciones de “distribución de riqueza” se ubica la cruel realidad en el sentido que lo que se distribuye es pobreza muy cercana a la miseria. Porque la dimensión del aparato productivo alcanza para dar condiciones adecuadas de vida a solamente ocho millones de personas.
• No tenemos capacidad de ahorro interno suficiente que permita la inversión para aumentar el patrimonio nacional día a día
• Luego, no conformamos un país altamente capitalizado desde el punto de vista económico
• Los recursos naturales no fueron puestos a disposición del pueblo argentino para producir su enriquecimiento. El sector primario, dinámico por excelencia, acusó un régimen de tenencia de la tierra cuya características principal fue el latifundio. Esto imposibilitó el acceso a la propiedad de vastos sectores de la población y la conformación de una poderosa clase media. Lo mismo ocurrió con la riqueza minera disponiéndose la estatización del petróleo en 1907.
• No poseemos fuentes de tecnología propia
3) Los argentinos no tenemos evidencias de ser aguerridos. Básicamente, quizás, porque tenemos poco y nada propio que defender y porque al mejor estilo de antaño, cuando Su Majestad el Rey de España otorgaba mercedes graciosamente, lo esperamos todo del Estado.
4) No poseemos RRHH suficientes, no somos una población numerosa. Ello debido a no haber manejado nunca claros conceptos geopolíticos y demográficos. En consecuencia, no actúa con eficacia la ley de la selección natural y en la dirección de los negocios públicos en general no estuvieron ni están, evidentemente, funcionarios altamente capacitados para ello.
5) No somos un pueblo que elabora y concreta planteos de largo plazo
6) No existen una clase empresaria autóctona desarrollada y con fuerte presencia en la economía.
7) No somos un pueblo con cultura industrialista. La clase empresarial del sector en general no tuvo vocación sino para actuar sobre una base organizativa corporativa y con prebendas del Estado, con todas las limitaciones que ello impone para el desarrollo armónico de la Nación.
8) No tuvimos ni tenemos una clase política que pudiera establecer un orden social hegemónico orientado definitivamente hacia un rumbo determinado.
9) No tenemos una organización sindical que haya contribuido a la determinación de dicho rumbo y sus dirigentes se encuentran sospechados de medrar con los recursos que generan.
10) No tenemos militares organizados para actuar solamente en la defensa nacional. Más de una vez usaron la fuerza para ejercer el poder político en el orden interno y jugar papeles que no le competen. En este sentido es de hacer notar que San Martín fue quién dio el primer golpe de estado en la historia argentina al derrocar al Primer Triunvirato para imponer sus propios candidatos que pertenecían a la Logia de Lautaro, muy ligada a los intereses británicos.
11) No tenemos una organización social adecuada. La que poseemos, unitaria y centralista, niega libertad a las comunidades de la Nación el derecho a gobernarse a sí mismas y a manejar sus recursos; permite la presencia de la corrupción en forma absoluta,
12) No posee la población cabal conocimiento de la razón de ser país como ente independiente. La historia oficial la ha sumido en una falacia descomunal, fomentando la idea de un pasado que no se condice con la realidad actual.
13) Las principales funciones del Estado, que son la respuesta a los objetivos fijados en el Preámbulo de la Constitución Nacional, no se cumplen como debiera:
• La inseguridad personal y patrimonial es un peligro latente que acecha a todos, todos los días
• La respuesta a la necesidad de instrucción primaria, secundaria y universitaria, así como a la salud de la población, es muy pobre
• La desconfianza generada por la actuación de sus protagonistas en el orden judicial deja sin crédito a jueces y camaristas
En fin, los argentinos creemos tener lo que no tenemos y ser lo que no somos; una tilinguearía.
Ello nos trae una reflexión final: no somos un pueblo que esté usufructuando las ventajas de la civilización que ha desarrollado la humanidad.
Parafraseando a Ortega y Gasset ¿podríamos decir que estamos en el estadio de masificación sin haber pasado nunca por circunstancias contrarias?
¿Será necesario que realmente se produzca un quiebre para orientar el rumbo de la Patria hacia un destino venturoso hoy negado?
Aun a riesgo de caer en un lugar común o expresar una verdad de Perogrullo, no hay duda que debemos encontrar la manera de instaurar un sistema socio económico con el nutriente de la libertad como condición de fermento de la creatividad; sin privilegios sectoriales de existencia promiscua en los mecanismos corporativos; con inserción en el concierto mundial de naciones, una economía con costos internos competitivos y sin la presencia de un Estado Empresario; organización política congruente para que el manejo de la riqueza comunitaria esté sometida al control social y se reconozca la libertad y autonomía de las comunidades para gobernarse por sí y para sí, tanto como un derecho como un deber.
Desalojando de esta manera del escenario político a los personajes auto proclamados mesiánicos que se arrogan maliciosamente poseer el manto de la protección sobre pobres y desvalidos que lamentablemente son muchos en Argentina.
No se trata de renegar de nuestro pasado. El diseño de país y los magros frutos logrados están ahí. Debemos prodigar el beneficio de la duda para no endilgar culpas a nuestros antecesores que no podrían hacer descargo de las mismas, si es que cupieren.
Aunque no es mucho, debemos aceptar lo que hicieron y nos dejaron. En nuestras manos y en las de las generaciones futuras descansa la posibilidad de hacer más y orientar definitivamente a la Patria hacia un destino venturoso.
Los argentinos quizás necesitamos un quiebre. Si fuere necesario, debemos generarlo.